Capítulo 4

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Kevin no pudo ocultar la curiosidad que sentía al mirar a Ciana, parada frente a él, asegurando que pensaba ayudarle a conquistar a Bianca. Era tan absurdo que él se habría reído si no hubiera estado absolutamente desconcertado. Tan improbable era imaginar que él pudiera agradarle como suponer que ella querría ayudarlo por voluntad propia. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué ahora?

¿Era tan sencillo como lo que había dicho? Porque ahora él era diferente. ¿Cómo lo sabía? ¿Por qué suponía que ahora era la persona correcta para Bianca?

Claro que, él no era ningún idiota, así que no iba a rechazar aquel respaldo inesperado y no solicitado. Oh no, él lo aprovecharía al máximo. Sonrió satisfecho.

Llegar a Bianca no sería del todo imposible si tenía a la hermana gemela de su parte. ¿Quién lo habría creído?

Él mismo aún estaba tratando de digerirlo. La fría Ciana siendo una aliada en la conquista del amor de su vida. Increíble.

–Deja de mirarme así, Kevin. No me he vuelto loca.

Y sonrió. Oh, Dios. Ciana lo había vuelto a hacer. Había bromeado con él y después había sonreído. ¿Se sentiría bien? ¿O acaso todo era solo una elaborada y extraña broma? ¿Estaría burlándose de él?

–¿Es una broma?

–¿Una broma?

–Sí. La ayuda desinteresada para llegar a Bianca.

–¿Por qué piensas que es una broma?

–Porque no puedo imaginar que tú quieras ayudarme.

–Ya te dije por qué.

–Es difícil de creer.

–Lo sé. Y no me hace feliz admitir que quizá me equivoqué contigo.

–¿Quizá?

–Sí. Aún estás a prueba, Sforza.

Kevin sonrió abiertamente, con patente diversión. Ciana puso en blanco los ojos ante su mejor sonrisa y se encogió de hombros.

–Si prefieres ir por tu cuenta...

–No. –Kevin posó su mano sobre el brazo de Ciana, para detenerla–. Olvida lo que dije. Estoy muy agradecido por la ayuda que me puedas brindar para llegar a ella.

–Bien, siendo ese el caso, es un trato –Ciana apartó el brazo y le extendió la mano para sellar su pacto.

–Trato hecho –respondió Kevin estrechando la mano de Ciana. Sentía una esperanza renacer con fuerza en su pecho. Era una absoluta certeza de que lograría lo que quería. Con Ciana de su parte, tendría a la mujer que amaba y sería feliz. ¿Qué más podía desear un hombre que ya lo tenía todo?


***

Ciana se sentó con las piernas cruzadas en el diván de la habitación de Bianca. Su hermana no había notado que ella había entrado, perdida en pensamientos que rara vez compartía. Suspiró y esperó, con su libro en la mano, a que Bianca la mirara.

–Ciana.

Ella elevó los ojos y cerró el libro, tras veinte minutos de lectura.

–¿Sí, Bia?

–¿Qué haces aquí?

–Estaba leyendo.

–¿Por qué aquí?

–¿Por qué no?

–Porque es mi habitación, Ciana –Bianca no parecía estar de buen humor. Ciana arqueó una ceja–. ¿Qué sucede?

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora