Kevin notaba su inquietud sin embargo no lograba remediarla. Quería abordar el tema con Ciana, pero no estaba seguro de la manera en que podría hacerlo. Frunció el ceño sabiendo que no había una forma fácil. Estaba tan poco acostumbrado a eso que no sabía qué pensar. A pesar de que había transcurrido una semana desde la invitación formal que le habían extendido sus hermanos, no estaba seguro de lo que sentía. ¿Desconcierto? ¿Emoción? ¿Agradecimiento?
–¿Sucede algo, Kev? –inquirió Ciana clavando su mirada azul en él. Kevin asintió–. ¿Qué es lo que te preocupa?
–Una cena de cumpleaños –respondió sucintamente,
–¿Una cena de cumpleaños? –repitió extrañada.
–Sí.
–¿De quién?
–Mía.
–¿Te preocupa tu cena de cumpleaños? ¿Por qué?
–Es la primera que tendré.
–¿La primera cena?
–La primera celebración –corrigió con un deje burlón. Ella lo miró incrédula–. ¿Qué?
–¿Primera celebración? ¿Acaso nunca antes has celebrado tu cumpleaños?
–Nunca.
–¿De verdad?
–Sí. Bueno, al menos no con mis hermanos.
–¿La cena la organiza tu familia?
–Mis hermanos.
–¿No son tu familia?
–Tienes razón –Kevin medio sonrió–. Es tan extraño.
–¿Por qué?
–Los Sforza no solíamos celebrar los cumpleaños. O, bien, no celebrábamos nada en realidad. Que mis hermanos hayan adoptado estas costumbres es...
–¿Desconcertante? –Ciana ayudó. Kevin asintió.
–Exacto.
–Bueno, algunos cambios suceden para mejor, ¿no?
–Quizás.
Ciana observó largamente a Kevin, esperando que él continuara. Pero no, se abstrajo en sus pensamientos y se mantuvo en silencio por varios minutos. Desvió su mirada al cielo antes de preguntar:
–¿Qué es lo que realmente te preocupa, Kev?
–No saber qué decir o cómo actuar... –su voz sonaba monótona–. No sé qué esperan de mí.
–Que disfrutes tu fiesta. Que celebres un año más de vida. Que seas feliz a su lado.
–¿De verdad? ¿Mis hermanos quieren mi felicidad?
–¿Por qué ese indicio de cinismo, Kev? –Ciana posó la mano sobre su brazo–. Da una oportunidad a tus hermanos. Son tu familia y podrían sorprenderte.
–Eso no lo dudo, Ci. Siempre me sorprenden. Todos y cada uno de ellos.
Ciana ladeó una sonrisa y Kevin le correspondió. De pronto, se giró completamente hacia ella.
–¿Por qué no vienes conmigo, Ci?
–¿Contigo? ¿A dónde?
–A mi cena de cumpleaños. ¿No fuiste tú quien dijo que debía disfrutarla y ser feliz?
–Sí, pero no me refería a que debías invitarme a mí.
–Yo soy feliz a tu lado, Ci –exclamó alegremente, con gesto travieso. Ciana bufó, entre incrédula y divertida.
–Ay, Kev, eres un amor –Ciana golpeó su brazo con suavidad un par de veces–. Seguramente será algo estrictamente familiar. No creo que sea buena idea que vaya.
–Supuse que dirías que no pero había que intentarlo.
–Estarás bien, Kev.
–Sí, eso creo.
–Ya lo verás.
–Ci...
–¿Sí, Kevin?
–¿Tienes planes para mañana?
–No, no lo creo. ¿Por qué?
–Es mi cumpleaños.
–Kevin...
–En la mañana, pensé que podríamos hacer algo. Ya sabes, para hacerme a la idea de celebrarlo.
–Oh, claro. ¿Quieres que esté contigo? ¿Yo? ¿Seguro?
–Sí, eso me gustaría.
–Bueno, es tu cumpleaños. ¿Cómo podría decirte que no?
–¿Lo ves? Por eso te adoro, Ci.
–Basta, Kevin.
–¿Vienes?
–Sí –claudicó con un suspiro–. ¿Qué vamos a hacer?
–Es una sorpresa.
–¿Una sorpresa? Pero, Kev, es tu cumpleaños. La sorpresa debería ser para ti –rió meneando la cabeza.
–Por esta vez haremos una excepción, ¿de acuerdo? –Kevin tomó su mano entre las suyas–. Porque ya tengo una idea clara de lo que quiero hacer en ese día.
–Si tú lo dices...
–Tampoco te muestres tan animada, Ci –regañó chasqueando la lengua. Ciana cerró los ojos, tomó aire y esbozó una enorme sonrisa.
–Bueno, aquí va... ¡Oh, Kevin! ¿Qué maravillosas ideas tendrás? Estoy tan ansiosa por descubrirlo.
Kevin soltó una carcajada y pasó un brazo por los hombros de Ciana, estrechándola contra su costado. Ella arqueó una ceja mientras reía.
–Tienes la risa más auténtica que he escuchado nunca, Ci.
–Eso no es cierto –protestó azorada, alejándose de Kevin.
–Créeme, lo es. Pero, entonces, ¿puedo pasar por ti?
–¿Pasar por mí? ¿A mi casa?
–Sí.
–¿Estás consciente de que es la misma casa en la que Bianca vive?
Bianca. Kevin la había olvidado por completo. Se encogió de hombros.
–No creo que le importe que seamos amigos, ¿no?
–Hum... creo que tienes razón.
–Te veré a las diez –Kevin depositó un beso en su mejilla despidiéndose.
–Los acueductos romanos –gritó Ciana cuando él se alejaba, recordando que no habían llegado a discutir el tema de la cita de ese día con Bianca. Kevin giró, formó una palabra que parecía ¡Basta! con su boca y puso en blanco los ojos. Ciana ocultó una sonrisa–. Tú sabrás, Kev.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomanceTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...