Ciana mantuvo con obstinación sus ojos fijos en el suelo, esperando que Darío no lo notara. Afortunadamente, él se encontraba ocupado poniéndose al corriente con las últimas novedades de la sociedad italiana y los negocios que se habían quedado postergados por su partida. Seis meses habían pasado desde la despedida en el aeropuerto. Aún recordaba la súbita sensación de pánico que la había asaltado, como si muy dentro de sí supiera que si Darío se iba, al volver no sería lo mismo. ¿Y lo era?
Si bien había cancelado su encuentro del día anterior con Kevin, mientras recibía a su prometido en el aeropuerto, no había podido dejar de pensar en él. ¿Cómo se sentiría? ¿Habría salido bien su cita con Bianca? ¿Se había preocupado por su ausencia? ¿Lo había notado siquiera?
Reprimió un suspiro y se encogió por un segundo. ¿Qué clase de pensamientos eran aquellos? ¡Por todos los cielos, Kevin sobreviviría si no lo veía un día! ¿Se estaba volviendo loca? ¿Qué le sucedía?
Miró de reojo a Darío a su lado. Se veía tan solemne, escuchando con gesto serio a su interlocutor y dando las respuestas precisas. No sonreía. No se veía molesto. Su expresión casi siempre era neutra, carente de cualquier emoción. Tan alto e impenetrable, su sola presencia imponía y eso antes le había encantado porque se sentía segura e inalcanzable, como si nada pudiera afectarla mientras permaneciera junto a él. En cambio, Kevin...
Kevin estaba en el lado opuesto del salón. Reía con el grupo de personas que lo rodeaban y se veía absolutamente cómodo en su piel. Sus mechones castaños, que ella sabía tenían un tono rojizo al sol, estaban despeinados, como si hubiera pasado su mano varias veces por el cabello, lo que era probablemente cierto pues era un hábito constante. Su personalidad vibrante parecía atravesar el salón y su energía la llamaba como un imán, por eso se empeñaba en mantener la mirada fija en el suelo.
Observó a su prometido, tan pulcro y con cada uno de los cabellos de su cabeza en el lugar que les correspondía. Sus ojos azules volvieron a Kevin. Lo único que aquellos dos hombres tenían en común era la estatura. Eran inusualmente altos y ahí acababa cualquier otra posible semejanza.
Se obligó a desviar la mirada y la clavó en el suelo, esperando que Darío terminara con lo que tenía pendiente. Era consciente de que mientras no concluyera la conversación actual, él no estaría interesado en nada más. Ni siquiera en la novia a la que no veía desde hacía seis meses.
Una alerta de mensaje proveniente del celular en su bolso la sorprendió. Lo tomó para leerlo brevemente y, como Darío le dirigió una fugaz mirada, se esforzó por no sonreír. No estaba segura de haberlo logrado.
Holaaa Ci. ¿Sigues ahí o te he perdido irremediablemente entre las grandiosas sonrisas de tu prometido?
No lo miraría. Ni siquiera un ligero vistazo. De ninguna manera podía mirar a Kevin.
Ya veo. No hablarás conmigo. ¿Así que llega él y yo de repente desaparezco? ¡Me rompes el corazón, Ci! Pensé que teníamos algo. ¿Y nuestra amistad, qué?
Entrecerró los ojos mientras reflexionaba sobre el sentido de sus palabras. ¿Estaba bromeando o lo decía en serio? ¿Si cruzaban miradas le daría una pista de lo que sentía?
¿Amistad? ¡Ja! Tú solo buscabas mi extenso conocimiento sobre Bia.
Admítelo, Sforza. Fue puro interés.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomansaTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...