Capítulo 22

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Ciana caminaba a través del jardín de su hogar, sintiendo el frío intenso en su rostro. Se arrebujó en su abrigo, buscó un banco y tomó asiento, intentando despejar su mente de aquellos inoportunos pensamientos. Pero no podía. Sabía que no lo lograría. Empezaba a pensar que era un caso perdido intentarlo. Al menos, se sentía un tanto aliviada que las festividades navideñas hubieran concluido.

–¿Qué sucede, cariño? –Marcos, su padre, tomó asiento junto a ella y le brindó una cálida sonrisa. Ciana abrió la boca, sin embargo negó y la volvió a cerrar–. Ah, está bien, no quieres hablar de eso.

–No. Bueno, no lo sé. Es que... –chasqueó la lengua– no.

–Bien, nos quedaremos aquí, juntos, si no te molesta la compañía –añadió.

–Sabes que no. ¿Cómo podría? –Ciana apoyó la cabeza en el hombro de su padre y suspiró lentamente–. Es tan complicado.

–Mmm... –Marcos acarició levemente el brazo de su hija.

–¿Qué haces cuando pasa algo que no se suponía que debía pasar?

–Creo que depende de lo que haya sucedido y no debía suceder –miró de reojo a su hija– ¿es muy malo?

–Es lo peor –gruñó Ciana frunciendo el ceño– ¿cómo pudo pasar?

–No lo sé.

–¿Cómo pude enamorarme?

–Ah. Con que ese es el problema –Marcos ocultó una sonrisa– ¿y por qué no debía pasar?

–¿Por qué? –Ciana bufó con incredulidad–. Porque ya estoy enamorada, padre. ¿Lo recuerdas? –elevó su mano, donde relucía el anillo–. Estoy comprometida.

–Yo pensé que era una especie de requisito el estar enamorado para comprometerse. ¿Eso ha cambiado desde que me sucedió a mí?

–¡Por supuesto que no! Pero debes estar enamorada de tu prometido, ¿sabes papá?

–¿Y tú no estás enamorada de él?

–No lo sé –se cruzó de brazos– a momentos, pienso que no. Y luego noto que sí, que sigue ahí y... no sé –inclinó la cabeza–. ¿Esto me hace una mala persona?

–No. Solo humana.

–¡Ay, papá! No sabía que era posible enamorarse de dos personas a la vez.

–No lo es.

–¿Cómo qué no? ¡Yo lo estoy pasando!

–No, Ciana. Lo que sucede es que estás confundida –ante su inevitable protesta, Marcos le apretó el brazo con suavidad–. Cariño, escucha –pidió levemente– el amor es indivisible, hay muchos tipos de amor, cierto, pero eso no significa que sea posible sentir el mismo tipo de amor por dos personas distintas.

–Tú nos amas a las tres, ¿no? –le recordó Ciana, sin querer reconocer a lo que su padre se refería–. Tanto a Mía, como a Bianca y a mí. Es el mismo tipo de amor.

–Cierto. Las tres son mis hijas y las amo en la misma medida, pero no de la misma manera.

–Odio que siempre tengas una respuesta a todo –se quejó Ciana y Marcos rió.

–No siempre –musitó– y tú sabes a qué me refería. El amor termina, si es que existió, antes de que inicie uno nuevo.

–No siempre.

–Siempre. Puede que queden rezagos de lo que existió en forma de recuerdos y añoranza, pero el amor ya no está.

–¿Estás diciendo que ya no amo a mi prometido?

–¿Lo amas?

–Entonces, ¿qué se supone siento por él? –Ciana optó por ignorar la pregunta de su padre–. Además, de ninguna manera podría amar a...

–¿Al joven que te acompaña a todos lados?

Ciana se giró y clavó la mirada en el rostro de su padre. Lo sabía. Él lo sabía todo. Como siempre.

–Sí. Es tan ridículo –soltó una risita nerviosa– la mitad del tiempo ni siquiera lo soporto.

–¿Y la otra mitad?

–Me divierto como nunca antes en mi vida.

Marcos clavó sus ojos azules en su hija y observó lo radiante que lucía al hablar de él. Quizás ella aún no lo había notado, o no quería aceptarlo, pero era él. Finalmente había llegado el hombre que le robaría a otra de sus pequeñas.

–¿Estás enamorada de él?

–Sí, pero no sé si lo ame.

–¿Acaso no es lo mismo?

–No, papá. Un enamoramiento puede ser pasajero.

–¿El amor no?

–No. Yo creía que no.

–Ah.

–¿Sabes cuál es la peor parte?

–¿Cuál?

–Yo ni siquiera quería que Darío se fuera de viaje. Sabía que no era buena idea separarnos.

–¿Por algo en particular?

–¡Solo mira lo que sucedió!

–¿Lo planeaste?

–¡Claro que no!

–Entonces, no tienes por qué sentirte culpable.

–Yo no me siento... –Ciana cerró la boca enfurruñada. ¿Cómo es que su padre siempre lograba dar en el clavo?

–¿Y qué hay con el joven Sforza? ¿Qué es lo que él siente?

–No lo sé –musitó, vacilante.

–¿No?

–Bueno, espero que no sienta lo mismo que antes.

–¿Y eso por qué? –soltó divertido Marcos.

–Porque estaba enamorado de Bianca.

–¿Bianca? –Marcos frunció el ceño– ¿tu hermana Bianca?

–Sí, pero... yo solo quería ayudarlo. Nunca pensé que pudiera...

–¿Por qué querías ayudarlo?

–Él me agradaba. Más que los otros pretendientes de Bianca, al menos.

–¿Bianca tiene mucha atención masculina, cierto?

–Sí –murmuró exasperada Ciana– ella encanta a todo el mundo.

–¿Sientes celos de tu hermana?

–No. ¿Te imaginas lo que yo haría con tanta atención sobre mí? ¡No sé cómo Bianca lo soporta! –exclamó con disgusto. Marcos miró con ternura a su hija.

–¿Sabes algo? Yo creo que estás perfectamente bien así como eres y, lo que es mejor, así lograrás solo la atención de un hombre que valga la pena.

–¿Ahora sabes algo tú? –Ciana le sonrió–. Tenerte como padre ha sido una de las mejores partes de ser miembro de esta familia.

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora