Capítulo 21

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Ciana apretó los labios, en un intento de no preguntar lo que quería. Sabía que no era el momento oportuno y que Darío no apreciaría ese cuestionamiento en particular. Desvió la mirada y la clavó en la ventana del auto, simulando mirar las calles por las que transitaban.

Al llegar, Darío abrió su puerta y le tendió la mano. Ella la tomó para bajar y después enlazó su brazo con el de él, caminando con una seguridad que estaba lejos de sentir. Realmente, quería preguntarle el por qué estaban ahí, juntos.

Darío saludó con un par de personas, empezó a charlar sobre negocios y Ciana comenzó a mirar a su alrededor, impaciente, buscando algo con lo que distraerse.

–Ciana.

–¿Sí, Darío?

–¿Qué te sucede? –su rostro no revelaba nada, pero sus ojos lucían enfadados. Ella suspiró. Aquí venía otra pelea–. ¿Ciana?

–¿Sí, Darío? –repitió, en el tono más suave que pudo lograr.

–No me trates con condescendencia, Ciana.

–No lo hago –y, Dios la ayudara, sonrió.

–¿Te parece divertido? –ahora sí que estaba molesto. Su tono de voz lo evidenciaba claramente. Y ya no había nadie junto a ellos.

–¿A dónde han ido?

–Se despidieron de ti. Pero, por supuesto, tú parecías muy ocupada buscando a alguien más.

–No buscaba a nadie.

–Seguro.

–Darío, ¿por qué viniste? –listo. Ya estaba dicho.

–¿Por qué? ¿Qué quieres decir?

–Tú nunca asistes a estos eventos. Estás retrasado en tus negocios por tu salida del país y sé que preferirías estar en la oficina.

–Yo no...

–¿Vas a empezar a mentirme ahora, Darío?

–Sabes bien que preferiría estar en la oficina.

–Entonces, ¿qué haces aquí?

Darío clavó sus ojos en ella con intensidad, como si la pregunta que acababa de hacer tuviera una respuesta obvia. Ciana suspiró de nuevo.

–Darío, yo...

No pudo terminar. Un grupo de personas se acercaron a saludarlos y Ciana se esforzó por esbozar una sonrisa leve y a contestar brevemente las preguntas sobre su familia, sus planes, su boda.

Oh cielos, su boda. No quería hablar de su boda con ellos, ni con nadie más, hasta que no pudiera tener una plática con Darío a solas. Algo no iba bien y ella tenía que saber qué era antes de tomar una decisión definitiva.

Darío se sumergió en la conversación y dejó de prestarle atención después de diez minutos. Ciana volvió a mirar a las personas que habían llegado y lo encontró. Kevin Sforza estaba entrando al salón, con una gran sonrisa iluminando su rostro. Una sonrisa que se amplió al encontrarla y, no pudo evitarlo, se escabulló a saludarlo.

–Kev, has venido.

–Sí, Ci, sí –contestó guiñándole un ojo. Ella bufó por lo bajo–. ¿Qué?

–Te extrañaba, en verdad que sí –Ciana sonrió y lo besó en la mejilla, saludándolo–. ¿Cómo estás? ¿Dónde has estado?

–Mmm... Pensé que podrías necesitar un poco de distancia y tiempo.

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora