Capítulo 25

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Ciana sintió como las manos de Kevin aflojaban su agarre poco a poco mientras su boca se deslizaba con sorpresa. Si hubiera sido otra situación y no la confesión más dura que había hecho en su vida, ella podría haberse echado a reír por la expresión impagable de su cara.

Lo entendía. O al menos lo intentaba. Su dolor, frustración y soledad estaban palpables desde aquella tarde que había acudido a su casa, hacía poco más de una semana, con la noticia de la enfermedad de su madre. Ojalá pudiera consolarlo. Ayudarlo. Hacer algo por Kevin.

Se sentía desesperada, dolida y frustrada consigo misma. Y con él. Sabía que no debía ser así pero ahora se sentía así. Después de todo...

–Lo siento, Ci. Lo siento tanto...

¿Qué? ¿Ahora lo sentía? ¡¿Ahora?! ¿Después de llevarla hasta el límite del abismo y arrojarla sin contemplaciones, él lo sentía? ¡Vaya con Kevin!

–Ci...

–No, Kevin. No más Ci. ¿Qué planeabas conseguir con esto? Espero que estés satisfecho.

Su mirada azul se mostró ofendida y dolida ante su comentario, pero también un claro haz de culpabilidad apareció fugazmente. Él sabía que NO debió hacerlo. Eso hizo que se sintiera aún más furiosa.

–Ciana, yo no quería...

–Sí. Sí querías.

–Bien, sí –no lo negó. ¿Por qué hacerlo si ambos sabrían que mentía?–. Pero no pretendía hacerte daño. Nunca. Ci, yo te amo.

–Kevin, por favor –Ciana elevó su mano. La mano donde brillaba su anillo de compromiso–. Yo no puedo hacer esto. Tú no... Nosotros no podemos. Debes comprenderlo.

–Pero, Ciana...

–Y aceptarlo.

–¿Aceptarlo?

–Sí.

–¿Cómo si fuera algo inevitable?

–Así es.

–No lo es. ¿No lo ves? Tú no tienes que casarte con él. Tú no...

–No tengo que hacerlo, claro. Pero quizá quiero hacerlo. ¿No lo has pensado, Kevin?

Él puso en blanco los ojos. Ella lo imitó. Sabían que esta conversación, la cual de una u otra manera habían tenido varias veces, no tendría fin satisfactorio para ninguno de los dos.

–No, no quieres. Sientes que debes, pero no quieres –aseguró con arrogancia. Ciana apretó sus manos en puños.

–Así que eso crees –espetó entre dientes. Abrió la boca para gritarle y un sonido que captó la detuvo. No fue nada más que un par de pasos amortiguados, el roce de ropa, y escuchó su voz.

–Estaba de salida y los he visto –Bianca se acercó y tomo las manos de Kevin. Él le dirigió una pequeña sonrisa–. Hola, Kevin.

–Hola, Bianca –sus ojos se clavaron en ella, sin dejar de mirarla ni por un segundo. Ciana tensó la mandíbula–. ¿De salida?

–Sí, un estúpido compromiso –desechó encogiendo un hombro. A Ciana no se le escapó que aún continuaban tomados de las manos y ninguno hacía ademán alguno de soltarse–. Pero ahora que te he visto, quería hablar contigo.

–¿Sí? ¿Está todo bien? –el tono de Kevin revelaba interés y un poco de sorpresa.

Ciana los miró alternativamente. ¿Acaso alguien notaba que aún seguía ahí? Aparentemente no, ya que continuaron como si ella no existiera.

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora