Capítulo 19

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Kevin no pudo evitar una sonrisa a pesar del golpe que había supuesto enterarse del prometido de Ciana. En general estaba bastante satisfecho con el desarrollo de las cosas porque, por un instante, había creído perder a Ciana, que no volvería a ver a la mujer divertida, traviesa y risueña que él sabía estaba oculta bajo esa fachada de frialdad y corrección. Pero lo había logrado, con sus mensajes había resquebrajado poco a poco la máscara creada y ella había vuelto a relucir, aun cuando estaban a extremos opuestos del salón. La había hecho sonreír y reír. Su Ci.

Porque era suya. No importaba que estuviera comprometida con otro hombre, eventualmente Ciana Ferraz sería su esposa ya que era él quien la hacía brillar. Darío Zeffirelli opacaba y aplastaba el espíritu de Ci, la convertía en una persona que no era, justo a su imagen y semejanza. No, él no iba a permitir aquello. Ciana había llegado a su vida para quedarse y él haría todo lo que estuviera en sus manos para que fuera feliz.

Y lo sería. Pero solo había un hombre con quién llegaría a serlo. Era bastante evidente que ese hombre era Kevin y todos lo sabían. Lo habían notado. Lo comentaban. Ahora no le importaba porque era cierto. Había sido tan idiota que no lo había notado, pues no solo Ci se veía más feliz a su lado, sino que él también lo era. Lo sentía en cada fibra de su ser, era absurdamente feliz junto a Ci. Porque la amaba.

Clavó sus ojos azules en la espalda de Ciana. La mano de ella reposaba en el brazo de Zeffirelli y la movía de manera distraída. Kevin reprimió un gruñido y se tragó los celos que le provocaba mirar a Ciana junto a aquel hombre. La situación era casi cómica, porque era tal y como debía ser, Ciana junto a su prometido y él lejos porque no tenía derecho a intervenir. Como debía ser pero no como tenía que ser. No como sería. Él iba a cambiarlo. Pondría todo de sí por cambiarlo.

Sí, sería cómico si no le estuviera pasando a él. Sonrió tristemente al captar fugazmente la mirada gris de Bianca. Ella también había estado observando a la pareja que formaban Ciana y Zeffirelli, pero al encontrar los ojos de Kevin, dirigió una mirada elocuente en su dirección que contenía un mensaje claro: es un caso perdido.


***

–¡Vaya, sí llegaste! –exclamó Kevin despeinando su cabello, aún más–. ¿Por qué tardaste tanto?

–¿Ese es mi saludo? ¡Pudiste avisar antes, Kevin! –Ciana cruzó sus brazos, lucía molesta.

–Hola, Ci. Gracias por venir –esbozó una levísima sonrisa–. ¿Por qué tardaste tanto? –repitió con sus ojos azules relampagueantes.

–No, no vamos a empezar nuevamente con eso, Kev –puso los ojos en blanco y suspiró exasperada.

–Ah. Entiendo.

–No, no entiendes nada.

–Estuviste con él.

Ciana desvió la mirada y resopló por lo bajo. Nunca iban a poder hablar si seguían discutiendo sin sentido cada vez que se veían.

–Es la cuarta vez que intentamos hablar, Kevin. No funciona.

–Lo sé –él cerró los ojos por un momento, tomó aire y lo dejó salir de manera lenta–. ¿Estás bien, Ci?

–Sí, Kevin. ¿Tú cómo estás?

Él hizo una mueca, sin embargo afirmó estar bien y esbozó una sonrisa.

–Kevin...

–Ci, ¿jugamos un juego?

–¿Qué? –Ciana arqueó una ceja, sorprendida por el cambio de actitud de Kevin. Él sonreía abiertamente. Intentó continuar enfadada pero no podía. No con Kevin.

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora