Ciana relató las poco emocionantes funciones de su trabajo en el departamento de contabilidad de la empresa. Para su absoluta sorpresa, Kevin la siguió con atención, se interrumpieron solo para ordenar, e inclusive le hizo preguntas al respecto.
Oh, por supuesto. Ahora recordaba. Las finanzas era el área de conocimiento de Kevin. No debería estar sorprendida.
–Entonces, ¿de verdad te gustan?
–¿Qué?
–Las finanzas. Los balances, los cierres de caja, los cuadres...
–Sí. Es fascinante –contestó Kevin con un brillo de emoción.
–Estás bromeando.
–No, en absoluto.
–¡Grandioso!
–¿Por qué?
–Ya no me siento sola en ese aspecto.
–¿De verdad? ¿También te gusta?
–¡Mucho! –Ciana habló con entusiasmo–. Adoro la precisión, orden y pureza de los números. Disfruto especialmente los cuadres en contabilidad, ¿sabes?
–Claro. Yo prefiero analizar los estados financieros para detectar posibles irregularidades, pero eso me permite supervisar todo el proceso contable así que te entiendo perfectamente.
–Extraordinario –musitó Ciana y soltó una carcajada–. Sí que eres una caja de sorpresas, Kevin Sforza.
Él le brindó una enorme sonrisa antes de que la camarera les sirviera su orden. Kevin se puso a jugar con su muffin y Ciana frunció el ceño.
–No juegues con tu comida.
–¿Qué dijiste?
–No juegues con tu comida –repitió y él la miró como si no pudiera creer lo que estaba diciendo.
–Ci... ¿me estás regañando?
–Lo siento, es que no me gusta que... –Ciana observó como Kevin tomaba un trozo de muffin y lo ponía en su boca. Dejó de hablar.
–¿Qué? ¿No te gusta, qué?
–Nada. Olvidé lo que estaba diciendo.
–De acuerdo –Kevin continuó comiendo, pero no volvió a jugar con el muffin. Al menos, no hasta que casi hubo terminado de comer–. Oye, Ci. ¿Qué debo hacer hoy?
–¿Hoy? –levantó su mirada de la taza de café. Él asintió.
–Bianca –le recordó.
–Oh sí. Su cita.
Su voz sonaba extraña. Como decepcionada. O triste. Kevin no supo precisar cuál era la emoción que la teñía. Esperó, desconcertado, a que dijera algo. Pero Ciana no habló en casi diez minutos.
–Ci...
–La historia de Roma.
–¿Qué? –inquirió desorientado.
–Procura hablar sobre la historia del Imperio Romano.
–¿Bromeas?
–No.
–¿Cómo voy a sacar a relucir ese tema en medio de una conversación normal? ¡No puedes hablar en serio, Ci!
Ciana sonrió un poco. Él vio cómo iba recuperando su buen ánimo.
–Claro que es en serio. Y será muy fácil. Solo tienes que darle un pequeño comienzo. De ahí, Bianca tomará las riendas.
–¿Tú crees? –preguntó escéptico.
–Te lo aseguro.
–Está bien. Historia del Imperio Romano. ¡Y yo que pensé que las lecciones de historia de Vincenzo Sforza se desperdiciarían sin remedio!
–¿Te daba lecciones de historia?
–No personalmente, pero así las llamaba yo porque él contrataba tutores cada verano para una asignatura diferente. Esas eran, en la Mansión Sforza, lo que otras personas llaman vacaciones.
–¿Estudiabas en verano?
–Verano, otoño... para papá nunca hizo la menor diferencia la estación del año –bromeó con un tinte irónico. Ciana sonrió con simpatía.
–Entonces te mereces muchas vacaciones ahora.
–Nunca las tomo.
–¿No? ¿Por qué no?
–Porque me aburro. No tengo mucho que hacer y eso es peor.
Sí. Ciana podía imaginarse sin dificultad al inquieto Kevin Sforza, paseando por su departamento, cansado de no hacer nada. Sí, él no era un hombre que pudiera estar pacíficamente recostado en un sofá mirando televisión o leyendo un diario.
–¿Salir? ¿Leer? ¿Dormir? –sugirió Ciana y él descartó con la mano sus sugerencias.
–Todo eso puedo hacerlo sin necesidad de tomar vacaciones.
–Tienes una fuente inagotable de energía entonces.
–Sí, a veces creo que es así –Kevin sonó animado–. Ci, ¿qué harás esta noche?
–¿Esta noche? No lo sé. ¿Por qué?
–Curiosidad –se encogió de hombros–. Tú, por otro lado, sí debes disfrutar de leer, descansar y salir en vacaciones, ¿no?
–Por supuesto –Ciana le brindó una sonrisa–. Es hora de irte.
–¿Qué? ¿Por qué?
–Mira tu reloj –sugirió. Kevin lo hizo y no podía creer lo tarde que era.
–¡Rayos! ¿En verdad ha pasado tanto tiempo? ¡Imposible!
–El tiempo vuela, señor Sforza –dijo Ciana y se despidió.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomanceTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...