Ciana se tragó su impaciencia y forzó una sonrisa despreocupada en su rostro. Por supuesto, Bianca la conocía bien, así que no podía engañarla del todo.
–¿Estás segura de que quieres continuar? –inquirió Bianca de pronto. Ciana la miró, esperando una explicación–. Tu libro.
–¿Sí? ¿Qué sucede con mi libro?
–Pareces a punto de destrozarlo. No estoy segura de que sea seguro que continúes con la lectura...
–Qué graciosa –murmuró Ciana pero aflojó su agarre de inmediato.
–¿Qué te tiene tan ansiosa, Ciana?
–Nada.
–Una negativa demasiado rápida –Bianca entrecerró sus ojos grises–. ¿Acaso te estás comportando mal, hermanita?
–No seas absurda, Bianca.
–Tienes razón. Eres demasiado educada para pensar en hacer algo incorrecto. Totalmente descartado el llevarlo a cabo.
–Bia...
–No sigo. Ya lo sé –Bianca cruzó sus brazos. Frunció el ceño–. ¿Sabes qué me tiene desconcertada?
–¿Qué, Bia?
–Además de tu inquietud, claro –descartó con una mano su protesta–. Kevin Sforza.
–¿Kevin Sforza? –Ciana luchó por contener su ansiedad y emoción. ¡Finalmente las novedades que había estado esperando!
–Sí. No esperaba que me hablara de algo que realmente me interesa.
–¿Ah sí? ¿Sobre qué?
–Latín.
¡Ah! Así que Kevin la había escuchado. ¡Bien por él!
–¿Latín? –intentó adoptar una actitud de sorpresa adecuada.
–Sí. No es que sea algo extraordinario ya que muchas personas conocen mi fascinación con el latín, por supuesto, pero me sorprendió.
–Eso es... ¿bueno, cierto?
–Mucho. Empiezo a pensar que existe mucho más en Kevin de lo que creí en un inicio.
–Oh.
–Bueno, no ha saltado sobre mí a la primera oportunidad. Quiere charlar y reír conmigo. Además, me escucha. Eso es algo nuevo.
–Supongo que sí.
–Pensé que te alegraría saberlo, Ciana –soltó burlona Bianca. Ella arqueó una ceja.
–¿A qué te refieres?
–Dijiste que querías que me consiguiera un novio.
–¿Yo dije eso?
–Querías que fuera feliz y todo eso. ¿Recuerdas?
–Claro. Ahora lo recuerdo. ¿Crees que Kevin y tú...?
–Podría ser. Cosas más extrañas suceden –musitó.
–¿Por qué sería algo extraño?
–Te lo diría pero no lo entenderías.
–Bianca –bufó indignada.
–O quizá lo entenderías y eso sería aún peor.
–¡Bianca! –repitió impaciente.
–No me hagas caso. Ciana, ¿qué te parece si salimos?
–¿Salimos? ¿Ahora?
–Sí. ¿Tienes algo que hacer?
–Bueno... –Ciana se mordió el labio, buscando una mentira convincente que lograra sonar como una verdad natural–. Ya tengo planes.
–¿De verdad? ¿Tú? ¿Con quién? –Bianca estaba desconcertada. Ciana sabía perfectamente la razón.
–Un antiguo conocido –respondió ladeando el rostro–. Nadie de interés.
–¿Antiguo conocido? ¿Quién? ¡Yo conozco a todos, Ciana!
–Pues a él, no.
–Lo dudo.
–Debo irme.
–¿Quién es?
–Adiós, Bianca.
–¿Estás teniendo un romance con él?
–¡Cielos, Bianca! ¿Has perdido la razón? –reprendió poniendo en blanco los ojos. Bianca soltó una carcajada.
–Sí, de acuerdo. Eso no sería nada propio de ti.
–Por supuesto que no.
–¿Ciana?
–¿Sí?
–¿Es alguien del trabajo?
–Algo así. Tenemos un interés en común.
–¿Cuál?
–Números. Nos encantan los números.
–¿Números? –Bianca contrajo el rostro con desagrado–. ¿Vas a reunirte con alguien a hablar de números? ¿Voluntariamente?
–A mí me gustan –se defendió.
–¿Y a tu antiguo conocido...?
–Le encantan.
–Bueno, quizás hayas encontrado a tu alma gemela –proclamó risueña y se incorporó dirigiéndose a las escaleras que conducían a las habitaciones familiares–. Nos vemos más tarde.
–¡Bianca!
–¿Sí, Ciana?
–¿Dónde estarás?
–¿Por qué? –inquirió con sospecha.
–Eh... por si quiero alcanzarte. Más tarde.
–Así que, después de todo, los números no son tan interesantes –dijo y le dio el nombre del café al que iría.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomanceTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...