Un número considerable de personas paseaban por el parque ya que la hora de salida del trabajo había llegado. Entre esas personas no se contaba Kevin, por lo que Ciana suspiró frustrada. Llevaba quince minutos de retraso y ella no era paciente al respecto. Le desagradaban las personas impuntuales y que no cumplían con sus compromisos.
Cerró los ojos y recordó la férrea decisión que tenía Kevin de conquistar a Bianca. Sí, debía darle una oportunidad. Ya lo había decidido y ahora tenía que llevarlo a cabo. Después de todo, ella había ofrecido su ayuda libremente.
–¡Lo siento, Ci! –exclamó Kevin a su lado. Ciana saltó de la sorpresa–. ¿Te asusté? ¿No me viste llegar?
–¿Por dónde has venido? –Ciana reprimió un suspiro de fastidio–. Ya era hora de que llegaras, por cierto.
–Lo sé, lo lamento tanto. Una reunión de último minuto. La Corporación Sforza no es lo mismo sin la presencia de Vincenzo Sforza.
–¿Tu padre?
–Sí. Hace un tiempo anunció su retiro temporal pero no ha vuelto a reincorporarse a sus actividades. Cayden, mi hermano mayor, hace lo que puede pero hay cosas que escapan de su control.
–¿Y tú estás ahí para solucionarlo?
–No. Estoy ahí para reírme de su fastidio al respecto. Realmente odia no poder llevar las cosas a su manera.
–¡Oh Dios! –Ciana rió por la travesura que revelaban los ojos de Kevin–. Eres tan...
–¿Encantador? ¿Divertido? ¿Guapo?
–Eres imposible, Kevin Sforza –continuó riendo. Él arqueó una ceja y adoptó una falsa expresión de superioridad.
–¿Yo? ¿Imposible? Creo que tendrá que retractarse de eso, señorita Ferraz.
–¿Retractarme? ¡Nunca!
–¿Nunca? ¡Ya veremos!
–Sí, ya lo veremos –Ciana sintió que la impaciencia se desvanecía en algún punto de la conversación–. Pero vamos a lo que interesa.
–¿Sí?
–Bianca –manifestó Ciana y lo invitó a sentarse a su lado–. ¿Qué sabes de ella?
–¿Es una especie de prueba de conocimientos?
–Vamos, Kevin, tómalo con seriedad –pidió poniendo en blanco los ojos.
–De acuerdo –adoptó un gesto concentrado–. Bianca Ferraz. Ojos grises, cabello castaño, cuerpo de diosa...
–¡Kevin! –regañó Ciana intentando fruncir el ceño, lo cual era una difícil tarea pues Kevin sonreía feliz.
–Está bien. Veamos, Bianca Ferraz –parecía buscar en su mente. Asintió–. Realizó sus estudios en historia. Se especializa en historia romana y tiene una pasión inusitada por el latín (la cual no comprendo, y sé de lo que hablo ya que tuve que estudiar latín).
–Oh, rayos. ¿No te gusta el latín?
–Bueno, no especialmente.
–Pero sabes latín.
–Todos los Sforza lo sabemos –respondió sucintamente.
–Perfecto. Será un gran comienzo.
–¿Qué quieres decir?
–Kevin Sforza, vas a practicar tu latín.
–¡¿Qué?! ¡Debes estar bromeando!
–No, en absoluto. Sabes que a Bianca le encanta.
–Pero a mí no.
–¿Y eso qué tiene que ver?
–No voy a fingir que me gusta el latín solo por agradarle.
–No estarás haciendo eso... –protestó sin convicción. Él arqueó una ceja–. Está bien, en todo caso, no sería una mentira. Tú sabes latín. No lo estás aprendiendo por ella.
–No estoy del todo convencido.
–¿Quieres conquistar a Bianca o no?
–Sí, pero...
–Entonces, escucha lo que te digo.
–Quiero conquistarla por mí mismo, Ci. No quiero pretender, no tengo por qué hacerlo. Quiero ser yo, él mismo de siempre, para ella.
–No quiero ser dura contigo, Kevin, pero... ¿eso ha funcionado?
–Bueno, aún no.
–Kevin... –Ciana ladeó el rostro y suspiró–. Solo quiero ayudar.
–Ya lo sé. Pero, ¿qué pasará después?
–¿La quieres, no?
–Sí.
–Pues encontrarán cosas en común, Kevin. Ya lo verás.
–¿Y si no?
–¿Piensas rendirte?
–Nunca.
–Ya lo ves. Las encontrarás.
Ciana le brindó una cálida sonrisa. Kevin asintió, reconfortado. Sí, él podría encontrar intereses en común más adelante. De momento, debía aprovechar la ventaja que Ciana le estaba dando.
***
–Latín.
Kevin no pudo evitarlo. Intentó por todos los medios que la conversación no decayera, pero Bianca no estaba realizando el menor esfuerzo para ayudarlo. Se encontró desesperado y de sus labios salió aquella mágica palabra. Mágica porque el interés de Bianca volvió de inmediato. En un abrir y cerrar de ojos.
–¿Latín? ¿Te gusta el latín?
–Tomé clases de latín –replicó Kevin, ignorando la sensación de que estaba engañando a Bianca. Después de todo, lo dicho no era mentira.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomanceTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...