Capítulo 23

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Los seis hermanos Sforza se miraron entre sí, suspicaces ante la inmediata regresión a una reunión bastante similar hacía un par de años. Esta vez, Vincenzo e Isabelle entraron al despacho juntos. Todos observaron con sorpresa la inusual palidez en el rostro demacrado de su padre. Eso no era algo común, ni siquiera podían recordar que alguna vez lo hubieran visto tan serio, preocupado o... derrotado.

–Esto es serio –murmuró Kevin, consciente de que era el único que había acudido sin compañía a la convocatoria de su padre. Todos sus hermanos se encontraban con sus respectivas parejas. Muchos de ellos, como Luke –esposo de Giovanna–, y Fernanda –esposa de Dante–, pisaban por primera vez la fría mansión.

–Padre, ¿te encuentras bien? –inquirió Giovanna con preocupación. Al ser la mayor y la única que había tenido algo parecido a una relación padre – hija con Vincenzo en otro tiempo, se permitía preguntar.

–Siéntense –ordenó Vincenzo después de acomodar a Isabelle en un diván del despacho y sin contestar la pregunta de Giovanna– no tiene caso esperar más y, tras discutirlo con Isabelle, hemos decidido que les diremos lo que sucede.

Sus ojos, normalmente fríos y controlados, se tornaron llenos de dolor y parpadeó un par de veces. Carraspeó.

–Isabelle, ¿prefieres hacerlo tú o lo hago yo? –inquirió Vincenzo y nadie en la habitación hizo un solo ruido.

Kevin observó de su padre a su madre, presintiendo que algo no iba nada bien. Con cada mirada, gesto, palabra, aquello se intensificaba. De pronto, clavó sus ojos en Vincenzo, ¿le sucedería algo? ¿Estaría enfermo?

Porque habían especulado con sus hermanos un par de veces, cuando su padre había anunciado su sorpresivo retiro de la Corporación, sobre los motivos que lo habían impulsado. No tenían idea de que él pudiera apreciar nada por sobre el poder y prestigio que la Corporación le reportaba. Él amaba su trabajo, su dinero y su posición social.

De hecho, no había nada que amara más que la Corporación. Nada. Excepto...

Kevin abrió los ojos ante el entendimiento de lo que estaba sucediendo. Sí, sí había algo que su padre amaba por sobre todas las cosas, inclusive por sobre la Corporación Sforza.

Su madre. Isabelle Sforza. Él daría la vida y todo lo que tenía por ella.

Dios. No.

–Isabelle está enferma –soltó Vincenzo con voz forzada, como si le estuviera costando demasiado hablar– muy enferma –aclaró, aunque nadie había preguntado. Todos se encontraban demasiado sorprendidos para decir nada–. El médico ha dicho que...

Vincenzo apretó las manos en puños y las cerró con fuerza. Un grave silencio se extendió entre los hermanos Sforza cuando su padre no pudo continuar. Todos lucían en shock por la noticia.

–¿Cuánto tiempo? –la voz de Dante resonó en el despacho, fuerte y clara. Ninguno se había recuperado lo suficiente para hablar pero él parecía absolutamente en control de sí mismo– ¿lo saben los médicos?

–Sí –contestó Isabelle clavando los ojos en su hijo Dante– dos meses.

Más silencio. Unos cuantos carraspeos. Un par de lágrimas silenciosas.

–¿Qué es? –inquirió suavemente Christabel.

–Leucemia –respondió Isabelle con calma, como si estuviera hablando de algo cotidiano y no de una enfermedad que la estaba consumiendo con rapidez.

–Los reuní a petición de Isabelle –volvió a hablar Vincenzo Sforza, apretando la mandíbula– ella quiere hablar con todos ustedes.

–No ahora –esta vez fue Cayden quien intervino. Los demás lo miraron de reojo, sabiendo que aunque ya no estaba unido a Isabelle, una vez sí que lo habría dado todo por su madre.

Imagina que te amo (Sforza #5)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora