Kevin dirigió una amplia sonrisa a Bianca, con la que esperaba ocultar los pensamientos que habían estado rondando su cabeza antes de verla llegar. Ni siquiera había esperado que viniera, pues en los últimos treinta días ella no había demostrado ni el más mínimo interés.
Bueno, no sabía cómo calificar la situación en la que se encontraban, pero estaba bastante seguro que no estaba llegando a ella. No podía decir cómo lo sabía, pero lo sabía. Lo sentía. En cada fibra de su ser, Bianca Ferraz se encerraba cada vez más en sí misma.
Sentía que al estar a su lado, por cada paso que daba en la dirección correcta, de un momento a otro retrocedía cinco. Empezaba a ser un tanto frustrante intentar conocer a Bianca pero no lograr penetrar la capa de superficialidad y risa que la rodeaba. Un encanto hueco, destinado a engañar a cualquiera que no se detuviera el tiempo suficiente para conocerla. Pero él quería más. Lo quería todo.
–¿Quieres que te traiga algo? –Bianca sonrió coqueta. Kevin reprimió el impulso de pedirle que dejara de actuar y asintió sin pensar–. Regreso.
Kevin miró como se alejaba y, sorprendentemente, no sintió el menor deseo de seguirla. ¿Era posible que estuviera empezando a cansarse del teatro de Bianca? Después de todo, parecía actuar todo el tiempo.
Observó a su alrededor, buscando la melena castaña de Ciana. Necesitaba urgentemente de su ayuda. Ella se la había ofrecido, ¿no? Nada mejor que el presente para solicitarla.
–Ciana.
La joven se interrumpió y giró hacia él. Había estado charlando con una de las anfitrionas de la cena de beneficencia, pero se excusó y lo siguió hasta un rincón del lugar. Kevin ni siquiera se preocupó por Bianca, pues había conseguido llamar la atención de dos hombres y no iba a notar su ausencia. Esa certeza lo desanimó profundamente.
–Hola, Kevin. ¿Te sientes bien?
–Sí. No. –bufó por lo bajo–. No lo sé.
–¿Qué ha sucedido? –Ciana tomó su mano en un impulsivo gesto de consuelo–. Pareces decepcionado.
–¿Te importaría si salimos a la terraza? No creo que podamos conversar con libertad aquí.
Ciana miró en derredor y captó un par de personas demasiado cerca y al parecer muy interesadas en lo que decían. Asintió.
–Es lo mejor –Ciana sintió la mano de Kevin cerrarse sobre la suya y llevarla hacia la terraza con pasos rápidos.
Al llegar, los dos fueron conscientes de sus manos unidas y las apartaron de golpe. Ciana elevó sus ojos azules hacia Kevin y notó que él estaba a punto de reírse.
–¿Qué?
Kevin rió. Una carcajada limpia y profunda, llena de vida, que provocó que Ciana sonriera en respuesta.
–Nos hemos apartado tan de repente que fue cómico. Casi infantil.
–¿Te parece? –Ciana observó su mano y luego la de Kevin. Se encogió de hombros–. Supongo que no lo notamos hasta que estuvimos aquí. Ahora comprendo por qué nos miraban así.
–¿Quiénes?
–Varios invitados.
–¿De verdad? –Kevin esbozó una leve sonrisa–. ¿Qué crees que piensen ahora que hemos salido al balcón, juntos?
–¡Nada! –Ciana replicó alarmada. Él volvió a reír–. No te burles, Kevin.
–¿Por qué te preocupa lo que piensen? Ni siquiera los conoces.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomanceTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...