Kevin puso su sonrisa más encantadora y traviesa durante toda la mañana, haciendo lo posible por dejar de lado la peligrosa situación en que había estado con Ciana. ¡Por poco la había besado! ¿En qué demonios estaba pensando? O.... ¿acaso estaba pensando?
Evidentemente no. Ni siquiera sabía cómo pasó de jugar con Ciana a mirar sus labios y pensar en cómo sería besarla. Sabría a chocolate y podría ser muy dulce. Oh, maldición. Estaba volviéndose loco, claro.
No es que Ciana no fuera perfecta, porque lo era. Solo que no para él. Lo había sabido todo el tiempo, incluso antes de que fueran amigos. Quizás era eso. Ahora que la conocía, sabía que cada idea preconcebida sobre ella había sido errónea. Tenía sentido del humor, reía a menudo y prácticamente había dejado de lado su habitual severidad.
Era extraordinaria. Encantadora. Inteligente. Única.
–¡Demonios! –gimió Kevin por lo bajo. Debía dejar esos pensamientos. Más ahora que estarían juntos en público, en la fiesta sorpresa que sus hermanos habían planeado para él. ¡Como si estuviera de humor para celebrar!–. Esto es una pesadilla.
–¿Dijiste algo, Kevin? –inquirió Elisa mirándolo de reojo. Él se encogió de hombros mientras su hermana giraba, enfrentándolo–. ¿Qué sucede?
–¿Una fiesta sorpresa? ¿Por qué pensaron que sería una buena idea?
–Yo tampoco creí que lo fuera pero Christabel y Stella insistieron.
Kevin suspiró. Su hermana Christabel y su cuñada Stella estaban detrás de esto, debió imaginarlo.
–Eres el más sociable y carismático de los Sforza –Elisa le dio una pequeña sonrisa–. Tienes muchas amistades.
–¿Y eso qué tiene que ver, hermanita?
–Es lógico creer que querrías celebrar con ellos también. Además, si te detienes a pensarlo, la mitad de las personas presentes han pasado más tiempo contigo que cualquiera de nosotros.
Elisa tenía razón. Los Sforza rara vez estaban juntos y eso solo había cambiado hacía un par de años, desde que sus hermanos empezaron a enamorarse y casarse.
–Sí, supongo que lo es –Kevin hablaba con desánimo pero nada en su rostro delataba su sentir. Seguía sonriendo, sus ojos azules echaban miradas de alegre reconocimiento y su postura era relajada. Parecía la viva imagen de la satisfacción.
–Ánimo, Kevin. Será divertido –Elisa apretó su brazo con cariño. Él le brindó una gran sonrisa–. Ese es mi hermano menor.
–El menor de los Sforza. ¿Es que nunca podré sacudirme eso?
–Nunca –aseguró Elisa risueña. Kevin puso en blanco los ojos, sabiendo que era cierto. Ser el último de seis hermanos sería una de las pocas cosas que siempre lo marcarían.
–Al menos espero que me hayan traído regalos increíbles.
Elisa soltó una carcajada, tomó el brazo de su esposo y se alejó hacia la pista de baile. Kevin continuó saludando con gestos de la cabeza y observó alrededor, localizando a cada uno de sus hermanos. ¡Una fiesta sorpresa cuando sabían perfectamente que los Sforza odiaban eso!
Quizás una fiesta no estuviera tan mal, pero ¿sorpresa?
–Hey, Kevin –un hombre que le era vagamente familiar se acercó. Socio de negocios, definitivamente, decidió. Aunque uno no muy agradable, si su memoria no le fallaba. Y claro, nunca le fallaba–. ¿Qué haces ahí?
–Observando –contestó Kevin con soltura. El hombre, Gianfranco si no se equivocaba, lo miró esperando que añadiera algo. Kevin no lo hizo.
–Sí, bueno... charlaba con Angelo –señaló a su lado. Kevin ni siquiera había notado que había una tercera persona. Asintió en saludo–. Y él me ha dicho algo de lo más desconcertante.
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Imagina que te amo (Sforza #5)
RomanceTodo empezó por un beso a la persona equivocada... Si Kevin Sforza hubiera conocido las repercusiones que tendría un impulso seguido durante una fiesta, jamás lo habría hecho. ¿O sí? Después de años de aquella noche, él no está dispuesto a rendirse...