The Loveliest Boy I've Ever Fucked (L&Lightxtú)

En el que se firma un contrato

1 semana después:

Miro el fajo de billetes que descansa sobre la caja de madera que uso de mesita de noche y parpadeo inexpresiva, sintiéndome mal y enfadada por ninguna razón aparente. No, no debería estar enfadada, tengo mucho dinero y ya no debo tres meses de renta. L cumplió su palabra, me dio el dinero aunque no debía hacerlo.

Exhalo.

Fue cosa de una noche. No volverá a suceder. Lo sé. Y quizás es por eso que me siento tan deprimida.

Me hago un ovillo en la cama y me abrazo las rodillas.

Estúpida. ¿Como hago para ser tan estúpida?

Debí haber entendido que no podría ser su amiga. Él era el mejor detective del mundo, después de todo. Tenía cosas mas importantes que hacer que salir a tomar un helado con una prostituta. Tenía seguramente personas con temas más interesantes de los que hablar que los que tendría una prostituta.

Y además, pienso con amargura, debía de estar muy ocupado con el caso Kira como para recordarme siquiera. Él mismo me lo dijo, que no iba a poder permitirse llevar a una mujer a su cama hasta acabar con eso. Y aun así... Aun así prefirió darme placer a mí, antes que dejar que yo se lo diera a él en su ultima noche de libertad.

Seguramente desde aquel día no me ha dirigido uno sólo de sus pensamientos.

Eso me molesta aun más.

¡Dios! ¡¿Que pasa conmigo?! ¿Desde cuando me importa lo que piense de mi un cliente?
Alargo una mano para tomar el fajo de billetes y lo lanzo al cesto de basura de donde lo saco casi inmediatamente. Lo odio.

Arrugo la nariz y acomodo el dinero en su posición inicial.

¿Por qué no pude controlarlo de la forma en que sabía controlar al resto de los hombres? ¿Que lo hacía diferente?

"Él no te uso" susurra una voz en mi mente "eso"

Es de noche y hay niños jugando con un balón en la calle. No me he sentido de humor para salir a trabajar desde aquel día, sin embargo, conforme veo el fajo de billetes alivianarse la preocupación de gastarlo todo aumenta. No puedo vivir solo con ese dinero. Tengo trabajo por hacer.

Al menos he pagado las rentas atrasadas.

Quizás salga hoy.
Sí. Saldré hoy. Quizás eso me ayude a pensar en otra cosa, no puedo quedarme aquí encerrada eternamente esperando que el dinero de L desaparezca.

Pero la puerta luce tan distante... Además, hace frío y tendré que ponerme una miniatura de vestido y... aun me quedan excusas para quedarme en casa.

Cierro los ojos decidida. Saldré cuando no me quede ni un céntimo.

Estoy por ponerme a hacer algo de ramen instantaneo en el microondas cuando alguien toca el timbre de la puerta.

Me debato. La mayor parte del tiempo se trata del imbécil de Mickey, un adolescente de unos 16 años que desde que se entero de mi profesión, pasa sus días tocando mi puerta y corriendo, lanzándome cartas con dibujos de su miembro a la ventana o de nosotros dos retozando en un futón lleno de manchas. Es asqueroso.

Aun así abro.
Se me cae el alma hasta los pies cuando veo su sombra espigada huyendo como alma que lleva el diablo.

-¡Te asesinare, Mickey, juro que lo haré!- le grito, y regreso al interior de la casa murmurando maldiciones. En cierta ocasión, me hizo perder un buen cliente diciéndole que yo era su novia. Así que, no es exageración cuando lo amenazo de muerte.