IV

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-H-hola... - balbuceó el moreno con la mano estática sobre el cabello del muchacho. Keith no intentó alejarlo ni se movió hacia un lado, aunque tampoco hizo ningún gesto que le indicase a Lance que no se trataba de una amenaza.

Keith tenía unos ojos tan profundos que bastaba quedarse mirándolos fijamente solo un par de segundos para sentirse atrapado o terriblemente incómodo. Esto último fue lo que hizo que Lance retirara la mano con cuidado y retrocediera nunca dándole la espalda. No iba a arriesgarse a que le saltara encima.

-¿Por qué estabas mirándome? - le dijo con la voz ronca luego de su siesta. - ¿Quien eres?

-¡Yo soy quien debería preguntar eso! - chilló Lance, ofendido. Pero no había caso, no conseguiría que aquel muchacho tan salvaje se sintiera avergonzado por incumplir las normas sociales que a él le habían enseñado. Para Keith no había nada de malo en meterse en camas ajenas.

-¿Quien eres? - volvió a decir sentándose. Solo entonces Lance pudo ver lo largo que llevaba el cabello, le llegaba casi a los hombros.

-Lance - respondió de mala gana y sin quitarle los ojos de encima. - ¿Vas a decirme porque estabas en mi cama?

Keith se encogió de hombros y se puso de pie. El suelo de arena rojiza aun se sentía frío bajo sus pies descalzos, pero no le importó. El muchacho avanzó hasta la salida de la tienda y un intenso rayo de sol le dio de lleno en el rostro.

-¡Oye! ¡Estoy hablando contigo! - le gritó Lance desde su espalda. Keith lo ignoraba por completo mientras se dedicaba a mirar en todas direcciones deslumbrandose con las cosas del campamento. Varios pergaminos enrollados, una pizarra enorme y frascos de vidrio llenos de sustancias coloridas y desconocidas para él. De todas las cosas a su alrededor, la única que se le hacía familiar era un hombre joven con la camisa arremangada revolviendo una olla sobre el fuego. -¡NO ME DEJES HABLANDO SOLO!

Keith se giró despacio sin entender el enojo del mayor, lo conocía hace apenas dos minutos y ya estaba gritandole.

-Si sigues gritando vas a atraer buitres. - le dijo muy serio. - van a creer que estás agonizando y tratarán de comerte.

Los colores desaparecieron de la cara del moreno, quien dejó de gritar en ese mismo instante.

-No es cierto... - se dijo a sí mismo. Pero no iba a arriesgarse con los buitres.

Keith caminó hasta el centro del campamento donde aquel hombre lo recibió con una cálida sonrisa y le tendió un gran plato de gachas de avena con leche caliente.

-Debes estar hambriento, siéntate y desayuna con nosotros. - le dijo sin más. Sin siquiera preguntar por su nombre o su procedencia. Esa persona tan amable lo invitó a sentarse aceptando el misterio de su visitante. Tampoco Keith vio necesaria más explicación para tan raro encuentro. Solo extendió sus manos con recelo hasta agarrar el plato.

-Gracias... - le dijo mirando la avena y se sentó en el tronco a comer en silencio.

-¿Eso es todo? ¿No te parece ni siquiera un poco extraño todo esto, Shiro? - saltó Lance poniéndose al lado de ambos y a la defensiva. Sin embargo, a su mentor le costaba mucho tomarlo en serio cuando aún estaba en pijama y con sus pantuflas de león azul.

-No me parece extraño que tenga hambre a esta hora. - le respondió Shiro pasándole su plato con su desayuno a Lance. - tú también come antes de que se enfríe.

-No, no, no. - Lance puso una mano frente a la comida antes de caer inmerso en aquella situación tan absurda. Él NO iba a tomar desayuno con un chico que descubrió esta maña metido en su cama. -No aceptaré nada de ti hasta que alguien me diga qué demonios está pasando.

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora