VI

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-¿Esto es el pueblo? - preguntó el mayor mientras miraba con los ojos incrédulos los escasos signos de vida humana en el lugar. El pueblo, según Lance se lo había imaginado, no hervía de movimiento ni de colores como su antiguo hogar en Barcelona. No había mucho que ver más que una avenida principal con edificios viejos y calles sin pavimentar que llevaban a lugares seguramente más antiguos e inhabitados. Solo se veían unos cuantos ancianos sentados fuera de lo que parecía ser una cafetería, niños jugando y una que otra mujer cargando los cantaros del agua.

-Siempre está lleno de gente. - dijo Keith mirando el panorama junto a Lance. Incluso en un lugar tan salvaje como lo era aquel, el muchacho parecía desentonar con todo a su alrededor. - y siempre hay ruido... no lo soporto.

-Bien... - dijo Lance respirando todo lo que sus pulmones pudieron llenarse de aire y energía para seguir con el encargo. -¿Dónde está la tienda del boticario?

Keith señaló una tienda muy cerca desde donde ellos estaban. La botica, que llevaba ahí desde mucho antes de lo que cualquiera en el pueblo pudiera recordar, vendía desde jarabes para la tos hasta veneno para ratas. Con esperanza y un poco de suerte, Lance encontraría lo que Shiro le había pedido.

-Buenas tardes. - le dijo al encargado de la tienda al entrar. Era un hombre mayor con el cabello blanco tan fino que era increíble que se sostuviera por sí solo sobre su cabeza. El hombre les hizo un gesto para que se acercaran. Lance avanzó animado hasta el mostrador de madera y cristal, Keith en cambio se quedó quieto y a una prudente distancia del desconocido. - voy a necesitar algunas cosas.

Lance le enseñó la lista mientras que el boticario asentía ligeramente con la cabeza, tomando nota mental de lo que tenía en su tienda: bicarbonato, mercurio, alcohol...

-Están en el estante de arriba. - le dijo señalando la última hilera de estantes. - lo siento, me estoy recuperando de una caída y no puedo llegar hasta ahí. ¿Te importaría alcanzarlos tu mismo?

-No hay problema. - dijo Lance.

-Iré por una escalera.

El anciano desapareció por un pasillo oscuro dejando a Lance y a Keith solos un momento. El mayor le dio una mirada de reojo, fascinado por el rostro de Keith que se giraba en todas direcciones viendo los miles de frascos de especias. Se le escapó incluso una sonrisa que pasó inadvertida con la vuelta del boticario y la escalera desmontable.

-Aquí está. - dijo poniéndola frente a Lance, quien subió con desconfianza por los desgastados y viejos peldaños que no hacían más que crujir bajo el peso de su cuerpo.

Cuando ya estuvo casi rozando el techo con la cabeza, dejó de subir. Quedó frente al estante que contenía el bicarbonato y además una gigantesca tela de araña. Lance alargó el brazo con asco para sacar lo que necesitaba, cuidándose de no tocar por ningún motivo la tela ni las docenas de arañas bebés que tenía.

-Las cosas que hago por Shiro... - dijo asqueado. - Keith, ¿Quieres leerme qué sigue en la lista?

El aludido ya no miraba con asombro a su alrededor, ahora tenía la vista fija en Lance a varios centímetros del suelo. Su corazón comenzó a bombear más rápido y sus mejillas se tornaron rojas de inmediato. Se mordió el labio inferior violentamente solo por miedo de que alguno de los dos viera que su frente se perlaba de sudor frío por los nervios.

-Ehh... si, claro. - Keith fue hasta el mostrador y tomó la lista. Estaba escrita con la impecable caligrafía de Shiro y aún así las letras se veían como demonios burlándose de él.

-Vamos, date prisa. - dijo Lance luego de un momento. Una traicionera gota de sudor le corrió por la espalda.

-Y-yo... - comenzó Keith, aunque no tuvo valor para terminar de hablar.

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora