XIV

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El caer de la tarde solo sirvió para que la ansiedad del pelinegro fuera en aumento y sin parar hasta la inminente noche, donde se removía en su cama sin poder dejar de pensar en lo que Lance le había dicho y lo que pasaría esa noche.

Eran cerca de las once, faltaba poco más de una hora para salir de casa, tiempo suficiente para asegurarse de que tanto Noah como Emma se encontraran completamente dormidos. Su hermano nunca tardaba mucho, llegaba siempre tan cansado del trabajo que caía rendido apenas su cabeza tocaba la almohada. El problema era Emma ya que estando su habitación del otro lado del pasillo, era casi imposible saber cuando apagaba las luces. Mucho más difícil sería escucharla para saber si dormía o no. Por eso había decidido salir a medianoche.

Un ronquido de su hermano lo hizo pegar un salto por la sorpresa. Quedó un segundo aguantando la respiración para no perturbar su sueño ni en lo más mínimo, pero no era necesario, Noah dormía como un oso anestesiado.

-Noah. - lo llamó en un susurro para comprobar. El muchacho no despertó.

Ya más relajado, se entregó a los pensamientos profundos que llegan casi siempre en medio de la noche. Pero no tenía errores del pasado que lamentar ni planes futuros que lo esperasen. Lo único que llenaba su mente en esos momentos era la imagen de su amigo, sus manos posándose en sus hombros y sus finos labios moviéndose para decir "Haré lo que tú quieras"

De no haber estado muriendo de curiosidad, le hubiera pedido algo más que sus manos rozándole los brazos al pasar o las caricias que siempre le daba en la cabeza. Desde hace un tiempo que venía sintiéndose extraño, como enfermo a su lado. Ya no le bastaba con recargar la espalda contra su pecho o tomarlo de la mano. Desde el día en que se quedaron solos en la tienda del mayor, Keith se la pasaba desesperado por sentirlo.

No habían vuelto a hacer eso desde entonces. ¿Y qué era "eso" de todos modos? Ni siquiera sabía cómo llamarlo, pero le gustaba.Le había gustado sentir aquella electricidad estremeciéndolo cuando Lance lo subió a su regazo y quería volver a sentirla.

No iba tan perdido en el asunto, se había pasado la vida entera viviendo rodeado de animales y bastaban dos dedos de frente y algún chico mayor y presumido que quisiera explicarte cómo funcionaba. Sin embargo, siempre todo aquello le pareció lejano e incluso desagradable. Nunca sintió el deseo de estar cerca de alguien hasta haber conocido al castaño. Era solo una de las cosas que había provocado Lance con su llegada. Comenzó a enumerarlas en la mente y contó tantas que pronto tendría que hacer un calendario con los hechos antes y después de Lance.

Bajó su mano temblorosa hasta el borde de sus pantalones de pijama y respiró hondo al sentir sus dedos pasando debajo de la tela y tocando su piel caliente. Se sentía como un incendio cada vez que pensaba en Lance.

Sus mejillas se tiñeron de rojo mientras sus dedos hacían círculos en su pelvis. Ahí estaba la electricidad recorriéndolo por completo y fue en aumento cuando sus dedos bajaron.

-Lance... - dijo su nombre en un susurro bajo las sábanas. Pero no fue la voz del moreno la que escuchó como respuesta, sino un ronquido más fuerte que los anteriores proveniente de la cama de su hermano mayor. Keith abrió los ojos de golpe y sacó la mano de inmediato. Con el corazón palpitando fuerte en el pecho y el sudor frío bajándole por la espalda por el miedo de haber despertado a Noah. Asomó la cabeza para ver qué pasaba fuera. Noah dormía, pero no iba a tentar a su suerte, no en una noche tan importante. El muchacho vio la hora en el reloj de su mesa de noche. Once con quince, solo le quedaba esperar.

                                                                                      * * *

La casa dormía en silencio cuando Keith salió a hurtadillas por la puerta de la cocina. Junto al pequeño granero que tenían en el patio trasero, descansaba el caballo de la familia, Frederick, quien al ver a Keith acercándose, comenzó a relinchar.

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora