XXX

1.6K 284 97
                                    

El olor nauseabundo y la horrible visión de la carne pudriéndose por poco hacen que se desvanezca. Ante sus ojos, una docena de cuerpos de animales de todo tipo se apilaba en la improvisada fosa junto a la cama. Keith no podía distinguir qué seres eran o cuánto tiempo llevaban ahí. Nada más veía la carne consumiéndose en los huesos, verdosa, áspera y rodeada de gusanos, todo junto a la expresión de alerta y terror que había quedado plasmada en sus rostros al momento de su muerte.

Tuvo que reprimir un jadeo de espanto y dar un paso atrás. No era la primera vez que veía un animal en ese estado, pero si la primera vez que sentía la perversión tras el acto de matar. Pasar toda su vida junto a los gallineros y a los animales de granja destinados al consumo no lo había preparado para la imagen que sus ojos presenciaban, aquello era simplemente grotesco.

Tengo que salir de aquí, pensó sin poder apartar la vista de la fosa. Las piernas le temblaban y le parecían tan pesadas como un par par de bloques de plomo. Fue tambaleándose hacia atrás, despacio y sin salir del estado de shock en el que había caído, donde las ideas se agolpaban en su cabeza y parecía que lo consumían y le dificultaban incluso respirar. Le contaría a Lance lo que acababa de ver, Tomarían sus cosas y se irían de ahí esa misma noche para no volver. Estaba tan mareado, desconcertado y asustado que apenas pudo reaccionar cuando su espalda chocó contra algo suave y tibio y una firme mano lo sujetó por el hombro. Keith intentó voltearse pero lo detuvieron. No necesitaba la luz de la lámpara de aceite para distinguir en la tiniebla de la tienda, bien sabía que quien lo sujetaba era Shiro.

-No te muevas ni hagas ningún ruido. - le susurró al oído. Acto seguido. le cubrió la boca con la mano vendada que le quedaba libre. - ¿Lance sabe que estás aquí?

Keith negó con la cabeza. No intentaría resistirse ni huir, sabía que no podía hacerlo. Al parecer también Shiro lo sabía, de modo que no pasó mucho tiempo antes de que le soltara el cuerpo para encararlo.

A media luz y tras el velo del miedo del menor, Shiro parecía mucho cansado y más mayor de lo que era cuando lo conoció. Tenía unas ojeras que se habían vuelto permanentes en su rostro y una expresión trastornada que no podía significar nada bueno. Aun tomándolo por la muñeca, fue hasta la fosa para cubrirla nuevamente con la mesa de noche.

-¿Qué haces en mi tienda?

-Lo que estás haciendo está mal. - fue todo cuanto respondió.

-No te hagas el tonto conmigo, Keith. - dijo Shiro. - no va a funcionar.

Un largo silencio los sucedió. Keith titubeaba entre si hablar o no, salir corriendo o quedarse y escuchar una explicación. Cualquier cosa podía ser la peor elección.

-¿Por qué a ti no te hace daño? - le preguntó Shiro. No tuvo que especificar, ya sabía de qué se trataba.

-No lo sé

-¡TE DIJE QUE NO TE HICIERAS EL TONTO! - gritó.

El mutismo del azabache solo lo enfurecía más. Quería gritarle, golpearlo hasta obtener una respuesta, pero sabía que no conseguiría nada más que despertar a Lance. Si quería llegar que Keith cooperase tenía que hablar su idioma.

-He estado haciendo algunas pruebas con los animales que pude encontrar, pero como verás no han dado buenos resultados. - comentó Shiro ante la atenta mirada del menor. - ninguno de sus cuerpos ha podido soportar la energía de la piedra, ni siquiera acercársele.

-Tampoco tú pudiste tocarla, ¿cierto?

Shiro apretó los dientes lleno de frustración.

-No

-¿Hasta dónde serías capaz de llegar por el conocimiento?

-Daría hasta mi vida. - le respondió.

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora