XXIX

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El tiempo se les escurría entre los dedos como la arena. Keith y Lance no habían tenido ni un segundo para descansar, estar a solas o pensar en cualquier cosa que no tuviera que ver con la investigación.

Aquella tarde en Washington había quedado relegada en sus mentes como un borroso recuerdo de la libertad de la que alguna vez habían gozado. Solo un par de semanas después bastaron para que las cosas cambiasen drásticamente entre los tres. Al llegar al hotel, cansados y felices, Keith y Lance se dieron cuenta del pesado ambiente que reinaba en sus habitaciones, donde Shiro guardaba apresurado las cosas en las maletas sin siquiera mirarlos al hablar.

-Les dije que teníamos que salir de aquí a las siete. - dijo el mayor. - ¿dónde estaban?

-Hey, tranquilo. - le dijo Lance alzando las manos sobre su pecho. - recién son las seis, tenemos tiempo de sobra para arreglar nuestras cosas.

Shiro no le respondió más que con un resoplido antes de voltearse de nuevo hacia la cama. Lance miró a Keith y subió los hombros extrañado, realmente esperaba que para cuando volvieran a su tutor se le hubiera pasado la rabia de ayer. No recibió respuesta tampoco de su novio, estaba muy ocupado mirando fijamente la mano vendada de Shiro.

-¿Qué le pasó a tu mano? - preguntó. Luego de la agitada tarde que había tenido había dejado atrás el mal momento de la reunión y los gritos de Shiro. La preocupación y las ansias de cuidar de sus dos amigos iban más allá de cualquier pelea, o al menos eso pensaba Keith.

-Nada. - respondió el aludido, y al ver que Keith se le acercaba para comprobar el estado de su mano, cerró la maleta de golpe y se retiró.

Keith retrocedió un par de pasos hasta dar contra el pecho de Lance, quien lo tomaba fuerte por los hombros para contenerlo. Tal vez era cierto que Shiro lo odiaba...

Esa misma tarde un taxi los llevó a la estación de trenes y luego de ahí hasta el pueblo y al campamento. Todos estaban felices de volver, pero ninguno podía comparar su alivio de volver al campamento con la alegría que sintió el menor de los tres al divisar de nuevo los árboles y la llanura. Por fin estaba en casa.

Para su desgracia, su reencuentro con el hogar no duró más de tres minutos. Shiro los obligó a desempacar y a montar las tiendas apenas llegaron. No hubo cena ni descanso luego del viaje y no pararon hasta bien entrada la noche. Luego de dos semanas de la misma rutina, ya no daba más del cansancio, de estrés y de las ganas de dejarlo todo y largarse de una vez. Si no mataba a alguien, terminaría muriendo él mismo de impotencia.

Lance trabajaba a pleno sol soldando las últimas partes de la coraza metálica que cubriría la misteriosa máquina en la que estaban trabajando. Se quitó la máscara protectora al ver venir a Keith desde una de las tiendas dando zancadas y hecho una furia.

-¡Ya está, ya no puedo más con esto! - soltó al llegar. Se lanzó de espaldas al suelo junto al moreno. - Shiro es un abusador y yo estoy harto. Voy a empezar una huelga. No he visto la luz del sol hace tres días. - respondió Keith. Lo que era bastante preocupante, Lance sabía que no era solo una forma de hablar. El azabache nunca hablaba en sentido figurado, si le decía que no había visto el sol en días era porque realmente se había pasado esclavizado trabajando dentro de la tienda.

Dejó las herramientas en el suelo y se levantó para estirar la espalda. Todos sus huesos crujieron dolorosamente haciéndolo considerar a él también irse a huelga. Shiro se estaba pasando.

-Solo dale unos días más. - dijo conciliador. - seguro que cuando terminemos todo volverá a la normalidad.

-Pero ni siquiera sabemos qué estamos haciendo. - rebatió Keith desde el suelo. - Shiro se la pasa en su tienda haciendo quién sabe qué y sin decirnos nada. ¿Cómo se supone que trabajemos así?

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora