XXXII

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El campamento se vio diferente para todos luego de esa noche y la mañana que le siguió. Los días se hacían interminables con los correríos de Keith, que se apresuraba por ayudar a Shiro y terminar la máquina cuanto antes, y las carreras de Lance por robarle un segundo de su tiempo, siempre en vano.

Extrañaba las mañanas despertando junto a Keith. Que su largo cabello le hiciera cosquillas en la cara y que le tocara las piernas con los pies fríos, sus sonrisas y sus comentarios ingeniosos que siempre lograban dejarlo pensando todo el día. Extrañaba su cercanía y la silenciosa presencia a la que tanto se había acostumbrado y sin la que ya no podía vivir.

-Todo es culpa tuya - le había dicho a Noah la primera vez que fue a la casa, ya reconstruida, de la familia Kogane, o lo que quedaba de ella.- de no ser por ti, Keith no estaría enojado conmigo.

-Lance, amigo ¿Te encuentras bien? - dijo Noah solo para asegurarse de lo que veían sus ojos.

Eran las ocho y media de la noche y Lance aparecía en su puerta con la camisa abierta, el rostro sucio de lágrimas secas y una botella de licor colgándole de la mano, Apenas vio al azabache pareció perder la noción del espacio y de su propio cuerpo. Se lanzó sobre él a propinar golpes tan torpes como inofensivos que no llegaron a atinarle en ningún momento.

-¡Joder, deja de mover el piso!

-Lance, necesitas recostarte . dijo Noah atajando uno de los puñetazos del castaño. - y un baño.

-T-tú no me d-dices que hacer... - protestó.

-Si, si

Noah lo llevó al baño para lavarle la cara, las manos y los dientes. Le prestó ropa limpia y, a regañadientes, lo metió a la cama que había sido de su hermano. Luego de haber dado pelea por tanto tiempo, Lance cayó rendido con la cabeza hundida en la almohada que, aún después de tanto tiempo, guardaba el aroma de Keith.

-A mi también me cuesta verlo crecer e irse. - le dijo Noah desde su propia cama, recostado con las manos tras la nuca y mirando el cielo raso. - siempre tuve miedo de que llegara el momento en que Keith se alejara.

-Pero las personas que amamos siempre están a nuestro lado, incluso si no podemos verlas - escuchó decir al castaño. Noah, impresionado por su repentina lucidez, lo vio incorporarse en la cama a duras penas. - eso me dijo Keith una vez.

-¿No te da miedo perderlo?

-Keith nunca ha sido mío ni de nadie, no puedo retenerlo - dijo Lance, sonriendo con desgano. - aunque, si ya no quiere estar conmigo, al menos me gustaría tener la ocasión de decirle cuanto lo quiero.

Noah sonrió para sí mismo y miró hacia la ventana para darle a Lance la intimidad que un borracho necesita para llorar a lágrima suelta. La luna llena se veía dorada y se reflejaba en sus oscuros ojos violeta, tan idénticos a los de su hermano menor que, sentado en el tibio suelo de arenilla, miraba la misma luna y se preguntaba cuánto tiempo más tendría que pasar antes de que las cosas volvieran a ser como antes. Cuando volvería a sentirse feliz y completo. Cuando volvería Lance. Cuando volvería a ver a su madre y a su padre.

-Pensé que ya te habías ido a dormir - dijo Shiro a sus espaldas cuando dejó caer una manta sobre sus hombros.

-No sé cómo tú puedes dormir - respondió. Shiro se sentó a su lado y miró la luna, tan pegado a él que, a fuerza del cansancio y la tristeza, Keith recargó su cabeza en su hombro. - antes hubiera hecho cualquier cosa para sentir algo, pero ahora que siento de todo no puedo ni siquiera acallar mis pensamientos para dormir.

-Terminas por acostumbrarte - dijo el mayor - los humanos no pueden vivir sin estar buscando algo. Sea lo que sea

Keith cerró los ojos. Nunca antes había sido tan consciente de su propio ser, de la extensión de su cuerpo y las sensaciones que recibía al estar en contacto con el mundo. Podía ser que Shiro tuviera razón, pero al mismo tiempo, pensaba que no le hubiera importado haberse quedado suspendido en ese instante, revivir miles de veces los días que había pasado en el campamento con Lance aprendiendo alquimia, revivir el primer beso y la primera vez que había dormido juntos. Un bucle en el tiempo en el que no le importaba estar atrapado.

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora