XVII

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-Tenemos que salir de aquí. - dijo Lance tomando a Keith aún más fuerte de la mano. - tiene que haber otra salida.

-¿Quienes son ellos? - preguntó el menor con el corazón palpitando fuertemente en su pecho.

-Solo hay dos tipos de persona que buscan la piedra filosofal; los alquimistas y los mercenarios. - respondió Lance mientras paseaba la vista por las paredes de piedra. - y estoy seguro de que no son científicos.

Los murmullos de voces y el ruido de pasos se acercaban precipitadamente, casi tan violentos como las sacudidas del suelo y el techo sobre sus cabezas.

-Lance... - dijo Keith sin poder contener el temblor en su voz. - tengo miedo.

El muchacho iba a decir algo, pero un ruidoso disparo resonó por las paredes de piedra. Los cristales luminosos parpadearon como ampolletas, Keith cayó al suelo de rodillas cubriéndose la cabeza con los brazos en un vano intento de ocultarse de lo que sea que estuviera esperándolos ahí afuera.

Fue cosa de un segundo. Un segundo estremecedor en el que un grito salió de los labios del menor y una gran piedra se desprendió del techo, bloqueando parte de la entrada a la gruta de los cristales, dejándolos así atrapados en aquel escondite subterráneo que no dejaba de temblar.

-Quiero irme de aquí. -dijo Keith, aunque ni siquiera tenía fuerzas para levantarse. Frente a sus ojos el mundo se desmoronaba y creaba nubes de tierra que le nublaban la vista. Mientras que en su cabeza no dejaba de escuchar aquella voz familiar y desconcertante que le gritaba que corriera antes de que fuera tarde.

De pronto vio todo como si fuera parte de una película. El mismo lugar recóndito, el mismo movimiento y ruido a su alrededor. Sus manos, aunque más pequeñas y sucias de tierra y la figura borrosa de un hombre parado a su lado que le gritaba "Keith, sal de aquí"

No llegó a verle el rostro, pero no lo necesitaba para saber que también estaba aterrado. Lo veía en sus gestos, en la postura de su cuerpo y en sus gritos. "Usa el pasadizo, nos encontraremos afuera"

"Pero papá... tengo miedo... " escuchó su propia voz infantilizada que hablaba en medio del llanto. Entonces la figura se acercó, y con sus manos grandes y pesadas lo puso de pie y le tomó el rostro.

"Estoy aquí Keith, y nada puede hacerte daño mientras este contigo" le dijo, y a medida que hablaba, el rostro de rasgos marcados de su padre se iba revelando. "Ahora vete y corre a casa lo más rápido que puedas"

"No quiero dejarte"

"Nos encontraremos al otro lado" dijo su padre, con una sonrisa que aparentaba una calma que no sentía. Y lo siguiente que recordaba eran gritos, estar corriendo lo más rápido que le permitían las piernas y la luz de la luna llegándole a los ojos. Su padre le había mentido, ellos nunca llegaron a encontrarse del otro lado.

-Keith, estoy aquí.... - decía otra voz. - no dejaré que nadie te haga daño.

Keith parpadeó varias veces y sintió como una lágrima rodaba por su mejilla. El suelo seguía temblando bajo sus pies y los pasos se acercaban cada vez más, solo que esta vez era la voz de Lance y no la de su padre la que hablaba.

-¿Qué está pasando? - preguntó mirándose las manos, que volvían a ser las de un muchacho de quince años.

-Estamos atrapados. - respondió el castaño. Y justo entonces la tropa de hombres llegó a su encuentro con gritos amenazantes y picotas que golpeaban la roca a la entrada. Estaban protegidos, ¿Pero por cuánto? Era cuestión de tiempo antes de que alguno lograra romperla y entonces ¿Qué quedaría para ellos? Solo un intento fallido más en el largo historial de la alquimia. - lo siento, Keith. Todo esto es mi culpa.

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora