XIX

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-Tuviste una noche larga, descansa. – dijo Lance acariciándole el cabello a un durmiente Keith recostado en su cama. Aunque a él mismo se le comenzaban a notar las ojeras, se había quedado despierto para verlo dormir. Estaba tan tranquilo que su respiración apenas se notaba en el sutil sube y baja de su pecho. Sus pestañas, negras y espesas le caían sobre las mejillas formando una imagen que Lance no se perdería por nada del mundo. – discúlpame, no debí haberte metido en esto.

Y como si el menor pudiera escucharlo, una pequeña sonrisa se asomó en sus labios. Fue un instante y sin embargo el tiempo suficiente como para que Lance se jurara a si mismo que haría todo lo que estuviese a su alcance para garantizar esa sonrisa en los labios de Keith. Se puso de pie con cuidado de no despertarlo y le dejó un beso en la frente antes de salir de la tienda.

El sol le molestaba en los ojos de por si exhaustos. Usó su mano como visera y avanzó hasta la tienda de Shiro. Dentro, el mayor preparaba una mochila color verde musgo, guardando todo tipo de artefactos de formas extrañas. Al verlo, le sonrió entusiasmado y lo atrajo con un brazo para que se acercase a ver.

-Por fin apareces, Lance. Has estado escondido todo el día. – el moreno intentó sonreír, aunque lo mismo habría dado si hubiese estado llorando. Shiro estaba demasiado concentrado organizando un viaje importante. – iba a ir a tu tienda en seguida. Las personas del pueblo dijeron que habían estado sintiendo unos temblores extraños y es mejor que vayamos a investigar cuanto antes. Tal vez sea la piedra.

-Shiro... ¿Te... te puedo decir algo? – dijo el menor llevándose una mano a la nuca.

-¿Es muy importante? Porque en serio necesito que vayas y arregles tus cosas para salir cuanto antes.

-Es muy MUY importante. – dijo serio, lo suficiente como para que Shiro se detuviera a mirarlo de frente.

-Sabes que puedes decirme cualquier cosa, Lance. Somos hermanos.

-Bien. Keith y yo salimos la otra noche y...

-¿Están saliendo?

-¿Qué? N-no... - respondió Lance con las mejillas acaloradas.

-Oh... - Shiro bajó los hombros solo logrando incomodarlo más.

-Esto es serio, pon atención. -dijo cruzándose de brazos, agradecido de que la vergüenza lo distrajese, aunque sea un poco de los nervios que estaba sintiendo. – salimos a buscar la piedra filosofal.

Las palabras de Lance quedaron flotando en el aire. Miró con recelo a Shiro sin saber qué estaba pensando o qué iría a decir. En su mente se había creado mil casos hipotéticos de lo que podría pasar luego de que lo confesara, cada uno más terrible y catastrófico que el anterior. El mayor le puso una mano al hombro, y en contra de todo lo que imaginó le dio una de sus cálidas sonrisas.

-Lance, salías a buscar la piedra filosofal en medio de la noche cuando eras un niño. – dijo Shiro. – Y aunque es muy tierno de tu parte volver a hacerlo, te pedí que no le hablases a Keith del tema.

-No lo entiendes Shiro, no tuve alternativa. – dijo Lance remarcando sus palabras con movimientos de manos. – Keith sabía dónde encontrar la piedra, esto no es como cuando era niño.

-No juegues con esto, Lance. -dijo Shiro ya sin sonreír. – bien sabes lo importante qué es.

-Lo sé, por eso te lo estoy diciendo. – le respondió tanto o más serio que él. – Keith y yo fuimos a buscar la piedra filosofal y la encontramos.

-No hay forma de que Keith sepa dónde buscarla. – dijo Shiro intentando mantener la calma, pero conocía bien al menor. Y sabía perfectamente cuando decía la verdad. – ahora ve y trae tus cosas, necesito que me acompañes.

GoldenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora