A solo unas cuantas habitaciones adentrándose en el hotel. Shiro permanecía sentado en el borde de la cama sin hacer, doblándose sobre si mismo y con la cabeza apoyada en las manos para mantenerse firme. No había dormido en toda la noche y no podría hacerlo ahora aunque quisiera. No paraba de escuchar las risas de las personas en la sala resonándole en la cabeza. Revivía una y mil veces aquellos momentos en los que había pasado de estar en las nubes a encontrarse a tres metros bajo tierra. Todos ellos le habían dado muerte a su esfuerzo, a las largas horas que pasó pegado a su escritorio revisando manuscritos antiguos, a la esperanza de hacer un mundo mejor.
-Tiene que haber algo más. – dijo en voz alta aunque se encontraba solo en su cuarto de hotel. Eran las ocho de la mañana y aunque la luz del sol se adivinaba incluso tras las ventanas cerradas, estaba tan sumido en la penumbra de sus propios pensamientos que no había notado que hace ya rato había amanecido. – tengo que encontrarlo...
Se calzó los zapatos y bajó por el ascensor hasta las bodegas del hotel. Ahí se guardaba la utilería, los artículos de limpieza y suministros. Dentro de esas paredes húmedas y frías, había quedado relegada la piedra que tanto les había costado encontrar. Fue hasta la caja de cristal y la vio brillando débilmente. Parpadeaba para él y solo para él, algo así no podía ser solo una casualidad.
-Voy a encontrar la respuesta aunque sea lo último que haga. – dijo. Ya sin saber si hablaba consigo mismo o lo hacía con la piedra, pero no había nadie más ahí para juzgarle.
Shiro abrió la pequeña ventanilla de cristal por donde Keith la había guardado en un principio. No la había tocado en ningún momento y estaba seguro de que nunca nada le había resultado tan frustrante como aquello; no podía siquiera acercarse al motivo de sus deseos, a la fuente de la sabiduría que ansiaba desde hace tantos años. Pero hoy sería diferente. Hoy no había nada ni nadie para detenerlo. Despacio y con cuidado, metió la mano en el cristal y solo con acercarse a la piedra sintió el calor que desprendía. Más caliente que el fuego, le agujereaba la mano como mil cuchillos, pero eso no lo detuvo.
Respiró hondo y de un solo golpe, la tomó entre los dedos. O eso fue lo que le pareció. Por que solo basto un segundo tocando la superficie para sentir su calor por todo el cuerpo. La energía que desprendía lo sacudió por completo, era insoportablemente doloroso y aunque intentó gritar con todas sus fuerzas, de sus labios no salieron más que leves murmullos por no poder mover ni un músculo.
-¡Ahgg... AHH! – pudo gritar por fin al soltar la piedra. Su mano salió temblando de la caja y vio con horror como se había vuelto roja, estaba en carne viva. –Mierda...
Intentó cubrirla, pero también las mangas de su camisa se habían quemado y meterla en el bolsillo del pantalón no era una opción. Shiro golpeó la pared con toda la fuerza que el dolor le permitía y dejó que los gritos y las lágrimas salieran a su antojo.
-¡¿POR QUÉ KEITH PUEDE HACERLO?! - Gritaba al dar cada golpe. Qué tenía de especial aquel chico. ¿Por qué solo él podía tocarla?
Shiro cayó de rodillas al suelo sollozando. Aquel no podía ser el final. Se negaba a aceptar algo así.
-¿Hey, está todo bien aquí? – escuchó una voz que venía de la entrada seguida de los pasos de un hombre que se le acercaban. Shiro escondió su mano tras la espalda y con la mirada puesta en los pies, comenzó a caminar hasta la salida. El hombre era nada más y nada menos que uno de los invitados a la fiesta sentado en la primera fila. Lotor, quien pasaba por ahí en aquel momento, no pudo evitar bajar corriendo las escaleras al oír los gritos de dolor. -¿te hiciste daño?
Shiro lo miró con desprecio, y cuando el más alto intentó tocarlo, lo apartó de un empujón lleno de cinismo.
-No es nada, solo me pareció ver un ratón. – y salió del sótano dejando a Lotor tan confundido como preocupado. Porque por más que había intentado disimular, Shiro no había podido ocultar su mano lastimada de la vista del otro.
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Golden
FanfictionLa tierra está llena de secretos, y solo quienes son lo suficientemente valientes para arriesgarlo todo serán dignos de descifrarlos. Keith ha crecido en la salvaje tierra de Texas de los años cuarenta, lejos de todo y de todos. A sus quince años c...