Capítulo 1

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Como todas las mañanas, después de vestirme con una falda alta color negro, una camisa color melón y una blazer sobre mis hombros, me dirijo a la cocina donde mi mejor amigo Aron se encuentra sirviendo los cafés.

—Buenos días cariño —dice entregándome mi termo blanco de café.

—Buenos días sapito —beso su mejilla y sonríe al escuchar mi apodo de siempre.

—Pensé que llegarías más tarde hoy, ¿tu jefe no se ha retirado?

—Sí, pero hoy es la despedida. Haremos una pequeña reunión en el bufete y nos presentará a su hijo, el nuevo jefe.

—Espero que no sea un hijo de puta de alto ego.

—Créeme, yo también. El señor Christian siempre trató a todos con respeto y nunca se sobrepasaba con nadie a menos que lo provocaran. —Tomo mi bolso, mi maletín y las llaves de mi auto— ¿Te llevo o vas en tu moto?

—Voy en mi moto sapita, hoy grabo más tarde —asiento y luego de que me guiña un ojo salgo hacia el bufete de abogados Novikov Verdad y Justicia.

El día en Santa Barbara, California está hermoso. El sol calienta de manera agradable mis morenas mejillas y mi cabello castaño oscuro baila con la brisa, adoro llevar el vidrio de mi auto abajo.

Con la música a volumen medio llenándome de la voz de Adam Levine, conduzco sin apuro hasta el trabajo.

Al llegar, saludo a todos como todos los días. Colegas del piso de abajo me sonríen y yo les devuelvo el saludo con la mano.

Subo por el ascensor hasta el piso 09. Todos los abogados de esta firma dicen que tener una oficina en este piso te asegura ser de los mejores, pues es el mismo piso del jefe. Yo no lo veo de esa manera, si me cambiaran a una oficina del primer piso lo tomaría sin problema. Entro a mi oficina no sin antes saludar a mi amiga y secretaria de mi jefe, Lorena.

—Hola Lore.

—Hola Andre —sonríe colgando el teléfono.

—¿El señor Christian?

—Todavía no llega.

—¿Dónde están los demás? —pregunto al notar el ambiente tranquilo.

—En el piso de arriba, están decorando la sala de reuniones para la despedida del jefe.

—Ah, bueno, entonces subiré a llevar estos pastelillos que compré y vuelvo.

Otra cosa, sobre el caso de Echeverri ¿la testigo no se ha presentado?

—No. La han llamado por teléfono, pero aún nada. Si sé de algo te lo hago saber.

—Bien, gracias, Lore.

Dejo mis cosas en mi escritorio de madera oscura y salgo de mi oficina completamente de vidrio, sí, es que todas las paredes son de vidrio menos la que me separa de la oficina de Lorena porque la de mi jefe está justo al frente.

—Que amabilidad de tu parte Andrea, no sabía que existía ese lado en ti.

—Un día en donde no abras tu boca es demasiado pedir para tu pequeño cerebro ¿no es así Henry?

—Pero que humor —sonríe falso—, solo fue un comentario.

—Ahórratelo, no lo necesito.

Salgo de la sala de reuniones y suspiro, el imbécil de Henry Reynolds, mi mayor rival en este bufete. Le cuesta aceptar que una mujer sea tan buena abogada como él. Cree que es mejor que todos sin darse cuenta de que el que trabaja aquí es porque es igual de bueno como él.

Como dice el JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora