Entro a la oficina de David y ya se encuentra hablando por teléfono, mirando con el ceño fruncido hacia la ventana.
Me escucha entrar y gira para verme, dejo su café en el escritorio y él se acerca a mí despacio para evitar que me vaya. Escucha atento lo que le dicen por teléfono mientras que rodea mi cintura con su brazo libre, acercando su nariz a mi cuello, inhalando mi olor, haciéndome sonreír.
—En una semana es perfecto Rebeca, recuerda reservar el hotel donde nos quedaremos mis colegas y yo —dice y sube sus labios hasta mi lóbulo—. Sí, cuatro personas —deja un leve mordisco y cierro los ojos, es un provocador nato— Muy bien, digale a Leonardo que nos vemos en una semana, adiós.
Cuelga y tomándome de ambos lados de mi rostro se inclina a mi altura y me besa. Invade mi boca con intensidad, haciéndome retroceder para pegarme a su escritorio. Envuelvo su cuello con mis manos siguiéndole el delicioso beso, sonriendo sobre su boca por saber que quiere más.
—Para... —Susurro pero continúa besándome.
—¿Qué me dices tú? —pregunta sin alejarse de mi rostro y lo miro sin entender—. Dijiste que te provoco —baja la mirada recorriendo mi cuerpo—, pero con esos pantalones se te ve un culo precioso.
—¡David! —lo miro impresionada por su arrebatado halago y sonríe.
—Los paparazzi, ¿te preguntaron algo? —dice mientras acomoda un mechón de mi cabello.
—No —asiente con cara tranquilo—. ¿Qué podrían preguntarme?
—Cosas de mí, de mi vida. Si te dicen algo alguna vez ignoralos por favor.
—No preguntaran nada porque piensan que trabajo aquí nada más. Del resto no saben nada.
—Y hay que mantenerlo así.
Asiento leve. Espero que de verdad sea por protegerme y no porque le avergonzaría que lo vean conmigo. Como soy abogada, bocona y queriendo siempre saber todo le pregunto.
—¿Te avergüenza si te ven conmigo? —arruga su ceño como si lo que ha escuchado ha sido la estupidez más grande.
—¿Cómo? —dice acercándome a su rostro—. ¿Por qué estas pensando eso?
—Bueno... Te preocupa mucho que no te vean conmigo, que no me hagan preguntas pero...
—Me preocupo Andrea, me preocupo porque no quiero agobiarte con esa gente de mierda que lo único que hace es molestar e invadir la privacidad de la gente. No tiene nada que ver lo que me preguntaste antes ¿entendido? —asiento sonriéndole leve y me besa.
—Tienes razón, además, lo menos que queremos es que piensen que tenemos una relación. Porque no la tenemos.
—Ni la tendremos, es verdad —ambos asentimos con la cabeza y nos quedamos en silencio, pero no uno agradable sino uno muy incómodo, como si lo que dijimos no cuadra para ninguno de los dos.
Pero esa es la realidad, ninguno quiere una relación, ninguno quiere exponerse, ninguno quiere sufrir, así empezó todo esto pero ¿terminará de igual manera?
—Debo irme —carraspeo y él me suelta apretando sus labios—, tengo llamadas pendientes.
—Bien —toma aire y se hace a un lado—. Nos vemos en la reunión de las diez.
Asiento sonriéndole leve y salgo de su oficina. ¡¿Qué coño ha sido eso?!
Respondo la llamada de la señora Parker. He querido traspasar el teléfono y apretarle el cuello cuando me ha contado que tuvo una discusión con Nickolas y a ella se le escapó decirle que estamos investigando su posible involucro con el narcotráfico.
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Como dice el Jefe
RomanceDavid Novikov. Ruso. Volará de su país para hacerse cargo del bufete de abogados de su padre. Justo. Controlador impulsivo. Sentimientos no entra en su vocabulario, dice que es para débiles. Tres reglas: Ser puntual. Nunca interrumpirlo. No hacer pr...