Capítulo 3

464K 24.7K 27.5K
                                    

Sus manos están apoyadas sobre su cintura, sus labios entreabiertos, su ceño igual de arrugado, suspiro, ¿cómo es que me puede parecer atractivo sin siquiera llevar una sonrisa en el rostro?

Carraspeo al darme cuenta que tardé mucho observándolo y acomodando mi vestido camino hacia el mesón lleno de lavamanos.

—¿Qué está haciendo aquí? Es el baño de mujeres.

—Intenté esperarte afuera.

—Debió seguir esperando —digo acomodando ahora mi cabello, es un tic que tengo al estar nerviosa, él me pone nerviosa—, puede entrar alguien...

—Habría seguido esperando —gira para observarme a través del reflejo del espejo—, sino fuera porque cada mujer que salía se quejaba del olor a cigarro.

Aprieto mis labios y por un segundo desvío mi mirada de la suya, joder, me está dando calor otra vez.

—Pudo tratarse de otra mujer...

—Eres la única que no acata las reglas. —Suspiro, no le gusta que lo interrumpan pero como le encanta interrumpir.

Mojo mis labios y de nuevo sus ojos viajan a ese gesto, eso lo hace suspirar y yo me contengo, parece que le agrada... ¿o no?

—Bueno —giro y lo encaro—, lo que haga o deje de hacer fuera del bufete, como ya le he dicho antes, no es de su incumbencia. Permiso...

—Me dijiste que eran amigos. —Esa oración detiene mi andar y lo observo sin entender. Se acerca despacio sin abandonar mis ojos—. Me dijiste que tú y el sapo de tu inquilino eran solo amigos —me repite con tono más frío y molesto. ¿Qué?

—No lo llame de esa manera, y sí, le dije que somos amigos...

—¿Lo son? —insiste hundiendo más su ceño y acercándose más a mi cuerpo—. ¿Con esas muestras de afecto en público, incluyendo repetitivos besos en la frente? ¿Y esas risas coquetas que le das?

—Señor Novikov... —Susurro al notar su calurosa cercanía, pero él no pretende parar.

—Ni hablar del uso diminutivo de tu nombre —eso parece enfadarlo más, pues lo dijo entre dientes—. Eso no parece ser de amigos, señorita Andrea.

—Lo es —digo sin titubear, pero no sé por cuanto podré hacerlo, tenerlo cerca embriagandome con su perfume no es de mucha ayuda que digamos—. ¿Por qué me observa tanto? —lo reto.

—Tú también lo haces.

—No es cierto.

—Claro que sí —se acerca hasta rozar su cuerpo con el mío, mierda, esto no puede estar pasando—. Cuando me viste con mi acompañante arrugaste el ceño.

—Eso es porque me he juntado tanto con usted que me ha pegado eso de juntar el ceño. —Sus labios se aprietan y odio que eso suceda, pues es para impedir una sonrisa. Quiero verlo sonreír. Me mira por varios segundos y suspiro, está muy cerca—.
Puede entrar alguien...

—No me importa. —Me toma por debajo de los brazos y me sienta en el mesón, chillo por la sorpresa y sin dejarme reaccionar me coge de ambas mejillas y me mantiene cerca de su rostro. Joder, desde esta altura en la que por fin puedo verlo de manera más cómoda a su cara, es mucho más hermoso... ¿Qué coño hacemos?

—No...

—¿No? —pregunta susurrando—. ¿No qué?

—No es correcto...

—¿Sabes qué no es correcto? —me interrumpe con voz cálida—. Que vengas a esta importante obra de beneficencia, en un museo importante, con gente importante y te encierres en un baño a joderte los pulmones con un cigarro. Eso no es correcto.

Como dice el JefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora