-Capítulo 36.

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Las cortinas estaban impidiendo que la luz entrara, serían como las doce del mediodía donde el sol se encontraba en todo su esplendor, escuchaba a todos almorzar en la cocina, ruido de platos, de tenedores y de vasos. Había vuelto a estar encerrada en la habitación por otras dos semanas en las cuales solo supe llorar y leer los libros de la carrera. Me había propuesto terminar cuanto antes la universidad y largarme de Oregon hacía algún otro país que nadie pensara que estuviese. 

Las noches se comenzaron a hacer eternas desde el último día que vi a Thomas, como mucho dormía dos horas y luego me despertaba pensando que él estaba llamando a mi ventana. Me levantaba apurada con una sonrisa de oreja a oreja, corría la cortina y abría la venta, sacaba la mirad de mi torso buscándolo pero él no estaba allí, la primera vez que me paso solo pude saltar de la ventana al jardín con la esperanza de que estaría por ahí, pero no, pasaron dos o tres noches antes de que se volviera a repetir, la segunda vez termine llorando en el suelo de la habitación hasta las seis de la mañana que me dormía ya de cansancio. Pareciera que mi cabeza tenía un despertador interno que siempre a las una de la madrugada me despertaba y aunque intentara volver a dormir no lo lograba. 

Se había vuelto un infierno convivir con personas las cuales solo querían que haga lo que ellos dijeran sin permitirme tomar una decisión por mi misma. Los niños ya ni siquiera me preguntaban como estaba, solo entraban a la habitación y me veían desde la puerta, los tres tomados de las manos, esperando que me levantara y que volviera a ser la misma mamá de siempre, dolía, me dolió todo lo de aquel momento, pero no podía solo fingir que nada sucedió eso sería mucho peor luego. 

Todos aconsejaban cosas, todos decían que simplemente lo olvidara, que fuera al psicólogo, que me busque a otro, pero esas cosas solo se reservan a casos donde la otra persona no siente lo mismo que tu, en este caso los dos queríamos estar juntos pero no podíamos. Pensé que al quedarme acostada en la cama por no se cuanto tiempo más, así no lograría que Thomas volviera a tomar contacto conmigo. 

Me bañé y cambié para luego bajar a la cocina, algún día tendría que volver a vivir aunque estuviera rota, tenía que retomar mi vida para demostrarles que podía con ella yo sola. En la cocina solo estaba Susi y Rebeca las cuales parecían muy metidas en la computadora, asumí que estarían viendo alguna serie. 

-¡Hasta que te decides bajar!.-dice entre risas Susi, yo solo asiento con una leve sonrisa.

-¿Los niños?.-le pregunto sacndo el jugo de naranjas del refrigerador. 

-En la guardería.-se me acerca y me da un abrazo, cuanto extrañaba sus abrazos.

-Voy a ir a la universidad, tengo que buscar algunos papeles.-tomo un vaso y me sirvo un poco de jugo, lo bebo rapidamente, saludo a Susi y a Rebeca. 

Una vez en el auto tenía muy bien la ruta que tenía que hacer, sabía perfectamente como llegar al hotel de Thomas. 

[...]

Había quedado como una completa loca entrando a cada hotel de la ciudad en busca de Thomas. En ninguno estaba, al final entendí que él se había ido. Desde el momento en el que no daba con él me entro la desesperación de no verlo más, estaba temblando, no sabía que pensar intenté llamarlo pero su número había sido dado de baja. 

No dejó ningún rastro parecía que se lo había tragado la tierra, llamé con urgencia a Sam pero al escuchar mi voz corto. Se había hecho de noche, eran las seis pero parecían las nueve, el trafico estaba fatal aquel día por eso había tardado mas de lo normal en volver a la casa, pero ya al agarrar el free way pude conducir tranquila al ritmo de alguna canción que sonaba en la radio. En el corto trayecto que quedaba para volver a casa pensé en todas las cosas que Nolan y Bastian le pudieron hacer a Thomas, pero todas aprecian patéticas. 

Mamá de mi propio Hermano 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora