Miedo

610 72 62
                                    

Me inclino un poco, alcanzando las llaves que, parece, siempre las guardan debajo de la alfombra roja que ya se ve desgastada de tanto uso y entro sin invitación alguna a aquella casa.

Mis pasos se sienten ligeros sobre aquella madera vieja y algo descolorida, sin producir sonido alguno.

Me dirijo a las escaleras que llevan al segundo piso, siguiendo el aroma de aquella sangre dulce que llama mi atención; su perfume se pierde entre aquel aroma maravilloso.

Después de caminar por aquel pasillo largo, llego a mi destino, sintiendo cómo el color de mis ojos cambia y mis colmillos comienzan a salir de a poco, lastimando mis labios. Abro la puerta con suavidad, no queriendo perder el tiempo y me fijo en la pelinegra que se encuentra sobre la cama, con sus ojos cerrados, sólo usando un camisón que medio le cubre sus piernas.

Me acerco a ella con cuidado, subiéndome a la cama, haciendo que se espante al sentir mi cuerpo sobre el suyo. Cubro su boca con mi mano cuando intenta gritar y gruño por lo bajo, causando que unas pequeñas lágrimas de terror escapen de sus ojos.

- ¿Te quieres divertir? - Ella niega con su cabeza mientras cierra sus ojos y las lágrimas continúan saliendo de ellos.

Bufo frustrado y, con mi mano libre, aprieto con cuidado su muslo descubierto. Ella se sobresalta e intenta alejarme de su cuerpo, fallando en el intento. Sonrío cínicamente y la levanto a velocidad sobrehumana, estrellándola contra la pared de su habitación, causando un tenue gemido de dolor que escapa de sus labios.

- Dí que quieres que te haga mía. - Suelto con cuidado sus labios, escuchando cómo un pequeño sollozo sale de ellos. - ¡¡Dilo!!

Golpeo mi puño contra la pared, viéndola alejarse un poco de mí, mirándome con terror puro y latente. Me siento frustrado, enojado, casi desesperado.

- Qu-uiero que m-me... - Me aparto de ella, negando con ansiedad y desespero.

- ¡Esto no va a funcionar! ¡¡Nada funcionará!!

Me abalanzo sobre ella con rapidez, atacando su cuello sin piedad, cubriendo su boca que emite sonidos de dolor por mi causa. Siento cómo fluye aquella bebida por mi garganta, saciando un poco mi ansiedad. Su ritmo cardíaco comienza a descender con rapidez pero yo no me detengo; no pienso hacerlo. No ahora.

Siento que me apartan de ella con fuerza y miro al causante con enojo y mi ceño fruncido.

- ¿¡Qué crees que haces!? - Franklin me mira con ira contenida. - ¿¡Acaso pensabas acabar con ella sin pensar en consecuencias!?

Mis manos se cierran en puño mientras siento que el enojo sigue recorriendo mi cuerpo con demasiada brutalidad. No me siento saciado en absoluto. Me acerco lentamente a él y lo miro fijamente, con la amenaza dibujada en mi rostro.

- Hazte a un lado, Franklin. - Él niega con seguridad, haciéndome asentir con enojo. Lo que haré no lo matará pero al menos me dará tiempo de terminar. - Bien, tú te lo buscaste.

Me acerco del todo a su cuerpo y en un movimiento rápido, pongo mis manos sobre su cabeza, girando su cuello con fuerza, rompiéndolo en el proceso. Como dije: no lo maté, sólo hace que caiga al suelo, casi desmayado.

- ¿Q-qu-ué p-pie-n-sa-s...? - Lo miro con cansancio, colocando uno de mis dedos sobre mis labios, haciendo que guarde silencio.

- No estoy de humor para aguantarte, imbécil. Agradece que te rompí el cuello y no te arranqué el corazón.

Me acerqué a la pelinegra que estaba desmayada, colocando dos de mis dedos sobre su frente. Nuevamente, borraba recuerdos horribles, causados por mi persona, colocando cosas "lindas" en su memoria. Bueno, cosas aburridas quedan mejor, quizás. La acomodé sobre la cama, curando la herida que le causé y me giré a mirar a Franklin.

Verdades Ocultas (COMPLETA Y CORREGIDA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora