Y si Madeline y Justin eran los mejores amigos, sus respectivas parejas, Andrew y Paulo, eran casi como hermanos.
Ellos han demostrado, desde su infancia, que un heterosexual y un gay pueden llevarse de maravilla sin ningún tipo de inconveniente.
Desde la barra del bar, Andrew observó entrar a Paulo, con una venda en la nariz, el ojo un poco morado y el labio roto, por lo que le fue inevitable soltar una carcajada.
— ¿Qué demonios te pasó? — preguntó el de cabello engominado.
— Un imbécil que anda detrás de Justin regresó en mala hora.
— Eso te pasa por andar enamorándote de idiotas.
— Hey, respeta a mi chico — demandó el ojiverde. — Además, ese imbécil también recibió una buena paliza.
— Claro, se nota que ganaste — dijo el otro sarcásticamente.
— ¿Pasó algo? En tu mensaje parecías preocupado.
— No, nada. Solo quería hablar con mi mejor amigo luego de su regreso de Europa.
Paulo arqueó una ceja, conocía ese tono de su mejor amigo y sabía que le iba a pedir un favor.
— ¿Qué quieres ahora? — preguntó pesadamente.
— Madeline quiere que Jacob tenga un hermano.
— Ah, era eso. Por el mensaje que me dejaste pensé que Madeline había descubierto tus andanzas con otras mujeres.
Andrew sonrió.
— Eso no pasará nunca, Madeline no sospecha nada.
— Como tampoco sospecha que eres tú, y no ella, quien no puede tener hijos — dijo Paulo.
Andrew rodó los ojos.
— ¿Vas a sacarme eso en cara otra vez? — preguntó.
— A veces pienso que te aprovechaste de nuestra amistad para ayudarte a conseguir aquella muestra de semen.
— Piensa lo que quieras, tú solo dile a Madeline que no puede tener más hijos porque es un riesgo — pidió.
•••
Jeremy, con el agua hasta los tobillos, entraba al oscuro depósito de la joyería.
— Seguridad presume que ocurrió esta noche, señor Jeremy — explicaba Sarah a su lado. — Cuando el personal encargado de trasladar las joyas al aeropuerto vino esta mañana encontró todo inundado. Se perdió todo el envío.
— ¿Qué pasó aquí? — preguntó Ellie. — Jeremy, aquí estaban todas las cajas que iban a ser enviadas a Japón — lamentó.
— Yo sé lo que hay en mis sótanos, Ellie — recordó el hombre.
— No se preocupe, señor Jeremy — alentó Sarah. — La aseguradora envió un supervisor para que revise y cubra los daños.
— No puedo creer que por una filtración de la tubería se pierda un negocio multimillonario con Japón — dijo Jeremy.
— Lo siento, pero esa avería fue claramente provocada — dijo el supervisor acercándose a ellos mientras anotaba algo en una planilla.
— ¿Qué está diciendo? ¿Nos está acusando de intentar estafar al seguro? — preguntó Ellie.
— Esta joyería tiene un nivel muy alto como para verse envuelta en este tipo de escándalos — dijo Sarah.
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El Guardaespaldas III
أدب الهواةCinco años han pasado desde que Justin Bieber se mudara a Nueva York, ahora, convertido en un genio publicitario de Calvin Klein, comenzará a hacer, de manera inesperada, lo que nunca quiso: Trabajar también junto a su padre en la joyería familiar. ...