24

694 46 23
                                    

En su oficina, Justin caminaba de un lado al otro. Maluma lo observaba desde uno de los sofás.


— Esto no puede ser... — insistía el rubio. — Yo vi cuando rompiste la lámpara de mi abuela en la cabeza de ese hombre.


— Los dos lo vimos, pero ahora ese hombre desapareció — explicó el otro. — Así que vámonos pronto de aquí porque esto no me está gustando nada.


— Entonces, ¿crees que sí hubo un cadáver? — preguntó Justin aún confundido.


— No lo sé, había un hombre tendido en el suelo, pero regresamos y no había rastro de nada.


— Espera... — dijo el publicista. — Recuerdo que cuando comencé a trabajar aquí, encontramos a mi abuela aterrada diciendo que un hombre la había atacado... pero todos la creímos loca...


— ¿Y ese hombre que ella asegura ver era igual al que vimos nosotros?


— Sí, exactamente igual... Llevaba ropa vieja y botas de goma.


— Sea como sea. Eso ya pasó y esto queda entre nosotros dos — advirtió el boxeador. — Nada de decírselo al imbécil de Paulo y mucho menos a tu papá, Justin.


— No podemos dejar esto así. ¿Y si ese hombre es un ladrón que está rondando en la joyería?


— ¿Y tú crees que si no le creyeron a tu abuela, te van a creer a ti?


— Es diferente, porque tú también eres testigo.


— No creo que a tu papá le guste saber que pasamos la noche completamente solos en su joyería.


Justin bufó.


— Tienes razón, no puedo decir nada...


Los fuertes truenos continuaban, la de aquella noche era, quizás, la tormenta más intensa en la ciudad desde hace mucho tiempo.


A pesar de todo, Justin era muy profesional y logró terminar el trabajo pendiente. Maluma lo acompañó hasta el final, disfrutaba pasar cada momento con él, aunque sabía que habían cosas que los separaban.


Al finalizar, Justin tomó entre sus brazos las copas y el champán, pretendía celebrar aún su aniversario.


— ¿De verdad crees que a esta hora, bajo esta tormenta y sin dar explicaciones, Paulo todavía va a cenar contigo? — preguntó el boxeador.


— No lo sé, Maluma. No me agobies más, por favor.


Ambos salieron de la oficina del publicista, Maluma iba a bajar por las escaleras hasta que Justin lo detuvo.


— ¡No! No bajes por las escaleras — dijo temeroso. — Ese hombre puede andar por allí todavía.


— Justin, estás hablando con un hombre, no con el imbécil que tienes por novio — recordó. — Por cierto, antes tenías mejores gustos, ahora te conformas con cualquier cosa.


El Guardaespaldas IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora