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En una de tantas noches, Maluma y Shawn entraban a uno de los restaurantes más elegantes de la ciudad. Un hombre de traje los recibió en la entrada y les asignó una mesa. Los chicos se sentaron y comenzaron a leer el menú.


Los nervios estaban matando a Shawn por dentro, pero también la emoción. No podía dejar de mirar aquellas cejas gruesas y esos ojos pequeños de quien lo acompañaba.


En ese restaurante podía estar cualquier persona que lo conociera a él, así como clientes o socios de sus padres que podrían comentarlo, pero se sentía tan bien con Maluma que eso no le importaba en lo absoluto.


— ¿Ya saben qué van a pedir? — preguntó un mesero acercándose.


— Sí — afirmó el latino.


— Yo todavía no lo sé... — dijo el castaño dudoso.


Maluma, al ver que Shawn no tomaba una decisión, quiso ayudarlo.


— ¿Qué te parece si pides lo mismo que yo?


— Sí, me parece bien.


Ambos ordenaron su comida, que no tardó en llegar.


La cena estuvo sensacional. Realmente Shawn la pasaba muy bien con Maluma.


Cuando terminaron el postre, se dirigieron a la recepción para pagar la cuenta, donde Shawn tuvo la mala suerte de coincidir con Andrew, quien terminaba de pagar su cuenta.


— Oh, Shawn... — comentó el engominado en sorpresa mirando a la pareja.


— Como si no hubiesen suficientes restaurantes en la ciudad... — murmuró el otro.


— ¿No me vas a presentar a tu amigo? — preguntó.


El chico rodó sus ojos cuando su acompañante se adelantó.


— Juan Luis — dijo el pelinegro extendiendo su mano. — Aunque todos me dicen Maluma.


El engominado frunció el ceño.


— Andrew... — correspondió el saludo. — Andrew Stamos, el jefe de Shawn.


— Mucho gusto.


— Me tengo que ir... — dijo el otro antes de marcharse.


— Me parece que no te cae muy bien... — comentó Maluma.


— No tienes ni idea. Es insoportable.


— ¿Quieres hacer otra cosa? — preguntó Maluma.


— ¿Cómo qué?


— No sé, había pensado que podíamos tomar algo en mi casa...


— ¿En tu casa?


— Bueno, realmente no es mi casa. Es la casa de una amiga que me dejó vivir con ella, pero esa es otra historia.


El Guardaespaldas IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora