28

676 49 45
                                    

Días después...


— No, mejor no... ¿Y si está dormido? — preguntó Justin con el celular en sus manos.


— No importa, lo despertamos — dijo Dylan a su lado.


— Eres maldad pura, Dylan.


— Porque me parezco a ti, eso dice mi abuela.


— ¿Ah, sí? Bueno, te voy a responsabilizar a ti. Le diré que lo estoy llamando porque tú quieres hablar con él.


— ¡Está bien! ¡Hazlo ya!


El rubio admiró el número en la pantalla unos segundos y finalmente decidió marcarlo.


— Maluma, ¿cómo estás?


— Mejor no te respondo esa pregunta, Jus... — dijo sin mucho ánimo. — Mejor dime cómo estás tú y cómo está Dylan.


— Estamos bien, Dylan está a mi lado intentando quitarme el celular porque quiere hablar contigo, ¿tú quieres hablar con él?


— Por supuesto.


— ¡Hola, Maluma! — dijo Dylan. — Solo quería decirte que te quiero mucho...


Y fue allí cuando el latino volvió a sonreír después de mucho tiempo.


— Yo también te quiero muchísimo, al igual que a tu papá.


— Vayamos los tres a Central Park, por favor.


— No lo sé... — dudó.


— No le puedes decir que no a un niño...


— Está bien, Dylan — sonrió. — Me convenciste.


— ¡Genial!


Tal y como habían acordado, padre e hijo se encontraron con el chico en Central Park, Dylan corría de un lado al otro.


Aunque Maluma solo miraba hacia el infinito con la mirada perdida desde una banca.


— Maluma, quita esa cara — suplicó Justin a su lado. — Sé que en estos momentos no tienes ánimo para bailar rock & roll, pero al menos intenta sonreír un poco.


— No puedo, la única imagen que tengo en mi cabeza es la de esas portadas llamándome dopado. Además, todas las personas se me quedan mirando en la calle.


— Sí, pero tú no eres un dopado, así el mundo diga lo contrario.


— Hasta Billy, mi propio entrenador todo este tiempo, mintió para hundirme. Quiero matarlo con mis propias manos.


— ¡Hey! — apuntó con su dedo. — Escúchame, Maluma. Tú no vas a hacer eso. La violencia nunca es la solución.


— Está bien... — prometió.


Ahora el latino admiraba al pequeño rubio mientras este jugueteaba por todo el lugar.


El Guardaespaldas IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora