18

773 47 17
                                    

— Espera... Espera... Un momento, Paulo... — negaba Madeline. — Creo que aquí hay una confusión... Andrew y yo tenemos un hijo.


— Jacob no es hijo de Andrew — explicó el ojiverde. — Su semen nunca fue apto para fecundar tus óvulos, lo intentamos varias veces, pero no funcionó.


— ¡Cállate, Paulo! — ordenó Andrew.


— Y tuvimos que recurrir a un donante... — agregó Paulo.


— Andrew... Dime que esto no es cierto — suplicó Madeline aún incrédula. — Dime que Jacob sí es nuestro hijo, que no me has engañado todos estos años, por favor.


Pero Andrew fue incapaz de contestar.


— Entonces es verdad... — susurró la fotógrafa con lágrimas al caer.


— Lo siento mucho, Madeline — lamentó Paulo. — Andrew no quería arruinar la ilusión que tenías con ser madre y yo también me presté para este engaño.


— Esto no puede estar pasando... Esto es una pesadilla.


— Tenemos que hablar a solas — dijo Andrew. — Hay muchas cosas que debo explic...


Pero Madeline lo interrumpió estampando su mano contra la mejilla de su esposo.


— ¡¿Qué demonios me vas a explicar?! — exclamó alterada. —  ¡¿Que escupiste sobre lo más importante que tú y yo teníamos?! ¡¿Que me hiciste creer todos estos años que yo no podía tener hijos cuando el que no podía eras tú?!


La castaña tomó su bolso y salió inmediatamente del consultorio.


— ¡Eres un traidor! — exclamó el engominado.


— ¡Piensa lo que quieras! — respondió el ginecólogo.


— No es lo que quiera, es la verdad. Yo confié en ti y pensé que ibas a hacer lo que habíamos acordado.


— ¿Cómo quedé yo delante de Madeline? — preguntó Paulo. — ¡Como un mentiroso!


— ¿Por qué me hiciste esto? ¡Me traicionaste, Paulo!


— ¡Me pedías demasiado!


— ¿Te pedí demasiado? ¡Tú me prometiste no decirle nada a Madeline!


— Porque yo no hice nada, lo planificaste tú solo, yo no tuve nada que ver con eso. Además, yo nunca te prometí nada.


— No importa como haya sido, tú sabías que de esto dependía mi felicidad y tú me traicionaste.


— Yo reaccioné a tiempo, porque Madeline no merece eso.


— Ah, Madeline no se lo merece, pero yo sí...


— Sí, te mereces todo lo que está pasando porque tú lo planeaste — dijo Paulo. — Ahora asume las consecuencias de tus actos.


— En mala hora se me ocurrió confiar en ti, Paulo. Siempre fuiste un inútil, desde que éramos niños y vivíamos en el orfanato.


El Guardaespaldas IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora