El Guardaespaldas III

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El auto se detuvo a mitad del camino, dejando a Justin y Dylan varados a tan solo unas calles de la escuela.

El rubio, al intentar encenderlo sin éxito alguno, bajó para abrirlo por la parte delantera.

Pero no tenía la más remota idea de qué hacer, no entendía nada de motores de auto, era publicista, no mecánico.

— ¿Y ahora qué hacemos? — preguntó Dylan desde la ventanilla.

— Supongo que tendremos que esperar... — dijo antes de maldecir en voz baja.

— Así no vas a solucionar nada... — susurró una voz detrás de él. — Déjame ayudarte.

— ¡Maluma! — exclamó el niño. — ¡Estás aquí otra vez!

— Yo siempre aparezco en el momento perfecto para salvarlos — guiñó un ojo. — ¿Me permites?

Justin bufó y rodó sus ojos... pero le dio paso.

Maluma, concentrado, con dedicación y de manera extremadamente simpática, revisaba algunos cables, aunque Justin no le prestaba la más mínima atención.

Sin embargo recordó, por un momento, cuando el boxeador era su guardaespaldas y reparaba los autos de su padre en Colombia.

¿Por qué todo tuvo que cambiar entre ellos?

— Y listo, solucionado el problema...

— ¿De verdad? — arqueó una ceja.

— Sí, enciéndelo.

Justin subió al auto, y segundos después, escuchó el glorioso sonido del motor.

Maluma salió de la parte delantera.

— Gracias... — dijo el rubio sin interés. — Ya te puedes ir.

— Oye, Maluma, ¿tú quieres ser mi otro papá? — le preguntó Dylan desde la ventanilla. — Mi papá me está buscando uno...

— Dylan, colócate el cinturón — ordenó Justin. — Vamos a llegar tarde a la escuela.

— Mmmm... No lo sé, déjame pensarlo... — dijo Maluma acercándose al niño. — Está bien, acepto.

— ¡Qué bien! — exclamó el niño.

— Ya sabes, no tienes que buscar a nadie más porque yo voy a ser tu otro papá... — dijo guiñando un ojo a Justin.

•••

Ellie entraba a la mansión Bieber, su madre estaba sentada en el sillón leyendo un libro.

— ¿Dónde estabas? — preguntó Bonnie. — Te estuve esperando para desayunar.

— Tuve que salir temprano.