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Justin había evitado dar respuesta a esa pregunta durante tres años, cada vez se inventaba una excusa y siempre lograba desviar el asunto usando a Dylan como excusa.

— Sé que no quieres que te presione, pero ponte en mi lugar — pidió el ojiverde. — Yo quiero saber hacia dónde va esta relación. Justin, tú y yo tenemos tres años juntos y nos conocemos desde hace cinco. Lo lógico es que formalicemos esto.

— Paulo, primero llevaste mi caso en el Centro de Fertilidad, trajiste a Dylan al mundo, luego fuiste mi amigo, después te convertiste en mi apoyo cuando te necesité, así que pienso que tú y yo estamos unidos por algo más fuerte que un simple papel — dijo el rubio.

— Justin, por favor... — suplicó el otro.

— ¿Tú entiendes que para mí el matrimonio es un lazo que nos une? — preguntó el publicista.

— Eso lo sé — afirmó Paulo.

— ¿Has pensado que después de firmar ese papel estaremos juntos para siempre? — continuaba preguntando el otro.

— Podríamos intentarlo... — propuso el ginecólogo.

— Debes entender que al firmar ese papel no solo te comprometes conmigo, te comprometes con mi hijo — explicaba.

— Lo sé, a ti te amo y a Dylan lo adoro y él me adora a mí.

— Si en realidad me amas como dices, esperarás que Dylan esté listo para verte como un padre, y cuando eso ocurra, me casaré contigo — prometió el rubio.

Su relación con Paulo era sólida, sí, él era amable y honesto, sin duda él no tenía ningún problema en compartir su vida con él.

Pero Justin sentía preocupación por la reacción que podía tener Dylan cuando supiera que Paulo ya no será simplemente un amigo que lo lleva de paseo sino su nuevo papá.

Por eso ha esperado un tiempo razonable para presentarle a Paulo como su pareja, pues no quería causarle alguna confusión.

O quizás... Todo era una excusa de Justin porque en realidad estaba esperando el regreso de alguien que le debía muchas explicaciones.

Sábado en la mañana, no hay escuela para Dylan, pero sí hay trabajo en la joyería para Justin.

Sarah intentaba ordenar el caótico escritorio de la oficina de presidencia.

— Señor Jeremy, el presidente de una joyería no puede tener su lugar de trabajo en estas condiciones — reprochó la chica.

— ¿Para qué tengo a la mejor asistente del mundo? Para que arregle este desastre de hombre que soy — bromeó.

— Y yo lo hago con mucho gusto, señor Jeremy — respondió ella.

— ¿Mandaste a buscar mi traje de la tintorería? — preguntó él.

— Claro, en unos minutos debe estar aquí — calculaba mirando su reloj. — Disculpe la intromisión, ¿Usted de verdad piensa ir a la fiesta de esta noche? ¿No le parece que son ganas de molestar a la competencia?

— Sí, lo son — admitió. — Pero ellos me invitaron y yo he tenido una semana bastante aburrida. Déjame divertirme un rato — suplicó.

— ¡Abuelo! — exclamó el pequeño Dylan entrando a su oficina.

— ¡Pequeño! — lo sostuvo entre sus brazos.

El Guardaespaldas IIIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora