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Cuando me desperté aún era de noche

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Cuando me desperté aún era de noche. Me giré sobre la capa de hojas que hacía de lecho y me encontré con que estaba sola allí dentro. Las minas paredes de madera eran mi única compañía. Me incorporé de golpe y miré hacia todos lados. No había rastro de Gillian.

Salí de la pequeña caseta y caminé a paso firme por el bosque, alejándome del campamento.

Lo busqué y lo busqué, pero no estaba por ninguna parte. Comencé a desesperarme. Como última opción decidí acercarme al acantilado y allí estaba, sentado en una roca y mirando al cielo estrellado. Eran treinta metros de caída, resbalar allí sería una muerte inminente. Me acerqué a él, pareció no notar mi presencia así que me senté junto a él en la roca. No me miró, siguió observando la bóveda celeste que recubría nuestras cabezas.

Le puse una mano en el hombro, volvió el rostro hacia mí y se quedó observándome. Y yo a él también. Tenía una mirada intensa. Un azul electrizante, con pequeñas motitas amarillas alrededor de las pupilas. Sus pestañas eran tan negras como su cabello y acariciaban con delicadeza sus mejillas cada vez que cerraba los ojos. Parpadeó un par de veces y volvió a mirar hacia el horizonte. Nos quedamos en silencio un par de minutos, pero era un silencio cómodo, a pesar de la tensión de antes.

— ¿En qué piensas? – Pregunté. Este chico era todo un misterio para mí, no era como las demás personas que había ido conociendo a lo largo de mi vida. Era diferente. Y eso me agradaba.

— En la luna.

El flequillo despeinado le cayó con lentitud por la frente hasta casi rozar sus ojos. Una pequeña sonrisa tironeó de la comisura de sus labios formando una sonrisa ladeada bastante provocativa. Se quedó un momento en silencio y continuó.

— A su manera se parece a esto. Es bonita y brillante, como estos bosques, pero no sabemos que oculta el lado oscuro de la luna.

No sabía que responder. Mi silencio habló por mí. Sus ojos azulados volvieron a fijar su vista en mi rostro. Me puso una mano en la pierna y la apretó de manera afectuosa.

— Estoy bien, puedes irte a dormir. En seguida voy - Su rostro se iluminó por la luz de la luna.

— Esta bien — Contesté. Me costó levantarme, en realidad no tenía ganas de irme. Mi compañero de habitación se concentró de nuevo en el cielo, que parecía absorberlo como si fuera otra de sus brillantes estrellas.

Di tres pasos antes de que su voz me detuviera de nuevo.

- ¿Kailee?

- ¿Si?

- Perdón por lo de antes... No quería ser un maleducado. Sólo... No quería que me conocieses por si no te gustaba mi forma de ser. Ya tengo bastante con ser el rarito de mi barrio. Dicen que no soy como los demás, que soy demasiado... Emocional. Ahora que has decidido conocerme, no sé si eso es bueno o malo.

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