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- Oye Ricky, estas un poco raro últimamente. ¿Te pasa algo? - Ambos chicos iban por delante del grupo. A unos cinco metros de distancia. Cedric parecía muy preocupado por su compañero. Desde el inicio habían establecido fuerte lazos y se habían apoyado el uno en el otro, convirtiéndose así en dos miembros importantes del rebaño de adolescentes que el SECMA había dejado tirado en el bosque. Yo se lo había notado en los ojos al moreno. Ya no hablaban como días atrás. Rick estaba más agresivo e irritable. Se estaba convirtiendo en un lobo solitario y a penas tenía cualquier tipo de comunicación con los miembros de nuestro grupo. Iba a la cabeza, simulando que nos guiaba a todos, pero realmente iba por libre. Y la falta de comunicación entre los dos chicos ponía triste a Cedric. En su inicio, ambos habían sido muy parecidos, casi como dos espejos, y eso era lo que los había unido. Se habían visto a si mismos reflejados en el otro. Los dos eran humildes, testarudos y amables. Eran de esas personas que se preocupaban de todo el mundo antes que de ellos mismos. Pero ahora el rubio se estaba volviendo frío y vanidoso. Se irritaba con facilidad, y parecía que sus frases favoritas eran aquellas respuestas cortas y secas que siempre daba. Tenía ojos de loco y sus movimientos eran algo violentos. Desde que el rebaño se había dividido en grupos, ya no era el mismo. Cedric intentó captar su atención llamándolo por aquel diminutivo afectuoso con el que lo había estado llamando desde el primer día. Pero no logró su objetivo - ¡Ey! - Se adelantó al rubio y le puso una mano en el pecho para detenerlo - Contéstame.

- No es nada de tu incumbencia - Respondió Richard, apartando la mirada.

- No seas idiota, Ricky - Contestó - Déjate de jueguecitos y dime que te ocurre. Por favor.

El rubio observó con los ojos entrecerrados a Cedric, para luego agarrar su brazo y apartarlo de su pecho con brusquedad.

- Déjame en paz.

El moreno no se dio por vencido, y la respuesta de su amigo lo único que había hecho era molestarlo más, así que, sin estarse quieto ni un instante agarró de nuevo a Rick, pero esta vez por el brazo. Haciendo que se detuviera.

- Ricky.

- ¡He dicho que me dejes en paz!

- ¡Ya está bien Rick! No se si crees que eres el único que sufre o algo por el estilo pero no es así. Todos estas sufriendo. Así que deja las tonterías a un lado y hazme caso de una puñetera vez. Cojines. 

A pesar de estar a metros de distancia, todos se habían quedado quietos escuchando aquella discusión repentina tan acalorada. Al oír la palabra "cojines" Timothy tuvo que aguantarse la risa.

- ¿No me gusta decir palabras mal sonantes, vale? - Dijo Cedric con rapidez al percatarse de la mueca que tenía el niño en el rostro mientras contenía la risa - Soy un hombre civilizado.

Rick, aprovechando la distracción, intentó forcejear para zafarse del brazo corpulento de Cedric, pero el moreno volvió a poner los ojos en él en cuestión de segundos.

- Ey, tu no te vas a ninguna parte - Richard por fin lo miró a los ojos, aunque estos parecían carecer de empatía - Me preocupas, Rick. Me preocupas demasiado. Explícame qué es lo que te ocurre. Necesito saberlo.

Con aquella mirada inexpresiva y su mejor cara de póquer, Rick no abrió la boca. Entonces avancé dos pasos hacia ellos y él volvió la vista en mi dirección. Su cabello corto y rubio estaba despeinado y sucio, y cuando me miró pareció que reposaba sobre su frente el único mechón suave y limpio que le quedaba.

- Richard, por favor. Dínoslo.

Pareció que su semblante duro y su cara de póquer se tambaleaban por unos instantes. Y mientras que el rubio giraba medio cuerpo y me miraba, Cedric, que tenía ojos de lince, observó que su mochila estaba entre abierta y había algo extraño dentro.

SobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora