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El ardor que recorria mi rostro no disminuyó al notar el tacto suave del traje acolchado de Gillian. Enjugó con increíble delicadeza el fluido rojizo que manaba como si fuera licor sobre mi mejilla. Tenía una mueca en el rostro, estaba preocupado.

Mi vista se nublaba por momentos y la cabeza me daba vueltas. Gillian, meticuloso, empapó la manga que había arrancado de su traje con agua de la cantimplora y fregó la herida para que no se infectara.

- ¡Félix, tráeme más agua! - bramó con prisa, sin despegar su vista de mi rostro. Me tomó por los hombros y acercó su rostro al mío - Necesito que te gires - Le miré confundida - Por favor - A penas era consciente de lo que decía. Hacía un par de minutos me había dejado apoyada en un tronco después de portarme en brazos hasta los escombros del campamento. Había movilizado el cielo y el infierno con tal de que los que aún estaban en condiciones le ayudaran a curarme. Era la que estaba peor, y en estos momentos, la más vulnerable.

Damián, sentado unos arboles más allá, rechazaba todo tipo de ayuda por parte de las chicas, que se ofrecían a ayudarlo con sus heridas.

Hice caso a Gillian y a duras penas me giré dándole la espalda. Él bajó con cuidado la cremallera de mi traje, dejando mi espalda al descubierto.

Deslizó las yemas de los dedos sobre la piel que aún se mantenía tersa y suave, en la zona baja de la espalda, poniéndome la piel de gallina. Notaba el tacto rugoso de sus dedos, la timidez en el roce de sus manos. Félix se acercó con rapidez y le tendió la cantimplora. El ojiazul la cogió y se giró en mi dirección. Tras mi espalda, acercó su boca a mi oído - Preciosa, esto te va a doler un poco. No te muevas ¿Vale?

Empapó el trozo de tela y, ya húmedo, lo deslizó por la piel abierta de la espalda. Lo hizo con suavidad, intentando hacerme el menor daño posible, pero aun así no pude evitar proferir algún gemido de dolor. Escocía como una cosa mala. El contacto con la piel era abrasador. Apreté los ojos con fuerza - Lo siento... lo siento... - susurraba. El dolor fue dejando paso a un quemazón intenso. Y finalmente a un cosquilleo agudo y persistente que ardía como mil demonios al moverse. Deslizó la tela limpiando las heridas, con movimientos suaves y delicados.

Subió de nuevo hacia mi rostro, dejando así que las heridas de la espalda se oxigenaran con la suave brisa forestal. Pasó el paño de nuevo por mi mejilla y me miró a los ojos simulando una sonrisa.

- Bueno, por ahora esto ya está. Cedric volverá en cualquier momento con ese potingue que hace para ti y para Damián, así que será mejor que descanses un rato. Has tenido suerte, nuestra cabaña es de las pocas que sigue en pie - hizo ademán de cogerme de los brazos para levantarme, pero yo lo aparte.

- Puedo yo sola...

- Kailee, déjame ayudarte, no estas para nada bien.

Mi intento fallido de levantarme por mi misma no duró mucho, pues al incorporarme las piernas me flaquearon.

Gillian ignoró mis esfuerzos y me cogió en brazos haciendo caso omiso a mis quejas. Finalmente deje de oponer resistencia y comenzó a caminar conmigo a cuestas hacia la cabaña.

- Gillian.

- ¿Mmm? - dijo desinteresado.

-Tenemos que irnos de aquí... Esto... Esto no es seguro... Tenemos que marcharnos lo más lejos posible - Gillian me miró con una extraña mueca en el rostro. No pude descifrar que era lo que pensaba. Me miró a través de sus penetrantes ojos azules y suspiró antes de hablar. Pude ver cómo el azul de sus ojos se oscurecía levemente.

- Kailee, debes descansar. Duerme un rato, mañana será otro día.

Me tumbó sobre el lecho de hojas y me dio un pequeño beso en la mejilla. No tuve tiempo de contestarle, pues se marchó con rapidez.

Comencé a tener sueño. De golpe me sentía débil, necesitaba descansar. Sin apenas darme cuenta ya estaba cao. Respirando profundamente y adentrándome en un camino de sueños.

*****

La luz del mediodía se coló entre la lianas de la puerta. Mis ojos poco a poco fueron separando los párpados con mucha pesadez. Las pupilas por fin recibieron los rayos directos de sol en los tejidos oculares y me cegaron por un momento.

Me incorporé con lentitud hasta quedar suspendida sobre un brazo y observé mi alrededor.

Estaba en la cabaña, sobre el lecho de hojas y sola. Estaba desubicada, y por un momento no tenía ni idea de qué hacía allí. Pero entonces recordé lo ocurrido he inconscientemente mi mano se fue hacia mi mejilla y toqué la herida, a lo que respondí con un gemido de dolor.

Me senté cruzando las piernas como los indios y anduve mirando a la nada durante un largo rato, incapaz de levantarme, hasta que advertí dos voces en la penumbra.

Dos personas discutían intentando no alzar la voz. Caminaban en dirección a la cabaña. Mi repentina parálisis quedó anulada por mi curiosidad y me tumbé de nuevo en el suelo fingiendo estar dormida para escuchar la conversación.

Dos voces masculinas se distinguían con mayor claridad a medida que se acercaban más a la cabaña. Me sorprendió pillar a Gillian y a Cedric hablando a escondidas. Más aún cuando pronunciaron mi nombre.

- ... dice que tenemos que irnos, que esto no es seguro. Y tiene razón, pero... - por el tono de voz que Gillian utilizaba era un tema delicado - Temo que le ocurra algo si nos vamos. Al menos aquí tiene algún lugar donde refugiarse, en medio del bosque no hay nada. A duras penas puede moverse, no se si aguantará si nos vamos. No quiero que le pase nada...

Escucharlo hablar sobre mi de aquella manera me daba escalofríos en la nuca.

La voz de Cedric sonó algo reconfortante.

-Tranquilo, te comprendo. Quizá no sea la mejor opción en estos instantes pero sabes que Kailee tiene razón, tarde o temprano tendremos que marcharnos. Aquí somos un blanco fácil, hemos sido demasiado estúpidos como para no verlo y ahora todo es peor - Su tono cambió a uno más dulce - Pero tranquilo, he encontrado los ingredientes suficientes y he hecho una de las famosas cremas de mi padre. De pequeño solía caerme de sitios bastante altos y me hacía grandes heridas, era un camicace. Mi padre fabricó un tipo de crema que cicatriza con más rapidez la herida, la desinfecta y reduce una cantidad considerable del dolor a cenizas. Esto ayudará a Kailee, y también a Damián. Mañana estarán mejor, te lo prometo. No esperes un milagro, pero en un par de días estará como nueva. Mañana ya hablaremos de nuestra próxima decisión, ahora dejemos que descansen.

La conversación acabó allí. Apretando los ojos con fuerza dejé que se adentraran en la cabaña y me "despertaran". Cedric aplicó la crema sobre las heridas y Gillian observó todo apoyado en la pared de madera.

Me enviaron de nuevo a dormir, pero no pude sacarme de la cabeza el sonido de su voz.

SobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora