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Llegamos arrastrando los pies.

Los otros dos grupos habían vuelto ya, El grupo de Fancy había vuelto con las manos vacías. Mientras que el de Pam volvía con un pequeño petirrojo.

Nosotros habíamos sido el grupo que más comida había obtenido, pero no parecía alegrarnos demasiado.

Al vernos todos se levantaron y vinieron a nuestro encuentro.

— ¿Y Oliver? — Exclamó preocupado Ares — Hemos visto su cara en una roca, ¿Le ha ocurrido algo? ¿Dónde está?

— No estará... — Comenzó Dorian.

— Comió unas bayas venenosas. Nos ha... dejado — Dije, aunque no lo conociera, no me gustaba pronunciar aquellas palabras.

— No...

Ares tomó un semblante sombrío y bajó la cabeza. Debía ser muy difícil perder un amigo. Miré inconscientemente a Rick y Gillian, que estaban cada uno a un lado mío. También miré a Pam y Timothy.

— Ares... — Empezó Rick.

— ¡No, dejadme! Se me... pasará.

Comenzó a caminar y se sentó en una roca, la roca en la que se había sentado Gillian la noche anterior, frente el acantilado.

El resto siguió con normalidad.

La noche cayó y por fin las estrellas salieron de su escondite.

Kenzo y Damián habían hecho una hoguera y Dorian asaba el Petirrojo junto con dos patas del ciervo en el fuego. Timothy a su lado aguantaba el petirrojo clavado en un palo, mientras que Dorian sostenía las dos extremidades del animal.

Gillian también estaba sentado allí, también asaba su conejo en las llamas.

Las demás partes del ciervo estaban guardadas en la despensa de nuestra cabaña, la sala que había construido mi compañero de habitación para guardar provisiones.

Pam estaba sentada delante de una roca y sostenía una piedra en la mano. La reconocí, era la roca donde aquella mañana dibujaba junto con Timothy.

Me senté a su lado y observé los garabatos. Pam había dibujado un jabalí, al lado de éste había una replica mal dibujada, suponía que esa era del pequeño de ojos esmeralda. Ahora la chica escribía algo al lado. Si no te fijabas parecía que hubiera rasgado la roca, nada importante, pero si te fijabas había cuatro palitos idénticos.

— ¿Qué haces? — Cuestioné.

— Marco los días que llevamos aquí. Mañana ya serán cinco. — Y señaló otro sitio donde había más palos aún — Y aquí estamos nosotros, tacho un palo cada vez que alguien muere. Ya he tachado uno, así que quedamos catorce.

— ¿Y eso? — Señalé el dibujo.

— Ah. Timothy me pidió que le dibujara un cerdito, le dije que esto era un cerdo de montaña.

— ¿ Y qué te dijo?

— Qué era el cerdito más bonito del mundo. Si viera alguno de verdad... Saldría por patas.

*****

No pude coger demasiado.

El petirrojo lo repartieron entre Timothy, Gea, Pam y Félix.

Después las patas las partieron en trocitos con una de las dagas y todos se tiraron en avalancha a por la comida. Fancy y Daphne se quedaron con los trozos más grandes. Yo me quedé con lo que nadie quería.

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