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El llanto de Timothy era como una taladradora perforándote el grosor de la cabeza, y a su vez como un gigantesco tsunami que te arrasa el corazón sin poder evitarlo. Tenía la cara y los ojos rojos de tanto llorar, y no dejaba de sorberse los mocos. Dorian lo acunaba entre sus brazos y él escondía la cabeza en el hueco de su cuello. Con las pequeñas manitas se aferraba al mono negro de piel de la peliazul.

A Dorian también le caía alguna lágrima rodando mejilla abajo, pero se las secaba con rapidez. Cedric se había sentado junto al árbol y miraba al cielo, angustiado. En un arrebato chilló a la nada y gritó un mensaje dirigido al SECMA, en un intento desesperado de mostrar su ira.

- ¿Por qué hacéis esto, eh? ¿En qué os beneficiaba matarla? ¡Era sólo una niña!... Una niña, joder.

Una suave brisa caliente viajó entre las corrientes aéreas y se deslizó entre los árboles. Los cabellos de Pam se movían al son del viento, haciendo que entre sus rizos de fuegos se vieran unos traslucidos rayos de sol.

Rick caminaba en círculos y se tapaba los oídos con ambas manos. Parecía que se estuviera volviendo loco. Apretaba los dientes y cerraba los ojos con fuerza. Con el paso de los minutos parecía más demacrado que nunca, ni aún cómo cuando en aquellos tiempos en que en el pueblo no había a penas comida y él se la daba toda a su padre. Tenía los ojos rojos, y bajo estos, unas ligeras ojeras liláceas. El cabello rubio estaba despeinado y sucio y tenía el aspecto de un alcoholico enfermizo en un ataque de ira.

- Haz que se calle - Le gritó a Dorian - Me está volviendo loco. Haz que cierre la boca ya.

Dorian saltó como un lince a defender al pequeño Timothy y miró con odio a Richard. Apretó los puños y sin soltar al niño escupió las palabras con rabia.

- Cierra tu la puta boca de una vez.

- ¡Ya está bien, un poco de calma señores! - berreó Cedric.

Sin embargo el llanto de Timothy no cesó, y asustado por los gritos lo único que hizo fue moquear más.

Rick, harto de aquel devastador sonido, y fuera de si pegó un puñetazo a un árbol entre maldiciones.

-Dios, Dios, ¡Dios! - soltó alzando la voz - La puñetera pantera sigue ahí fuera, y no va a tardar en encontrarnos si sigue el dichoso llanto del niño.

Harta de ese repentino comportamiento pesimista y psicótico, di dos pasos en su dirección y con un movimiento de muñeca le cruce la cara. Él quedó estupefacto ante la bofetada y se hizo el silencio al instante. Los dedos de mi mano se habían marcado en su mejilla con un tono rojizo.

- Ya basta. Ten un poco más de tacto - Dictaminé - Olvidas que es un niño.

Los ojos del rubio me miraron dolidos, parecía que algo se rompía dentro de aquellos orbes de color canela, pero no tardaron en pasar de una mirada dolorosa a una mirada fría. Puso su mejor cara de póker y sin mediar palabra volvió a alejarse. Se mantuvo bajo la sombra de un árbol, a buen recaudo y lejos del alcance de la peliazul, que estaba segura de que saltaría en cualquier momento y se lanzaría directa a la yugular de Rick.

Gillian, que hasta el momento se había mantenido callado, se acercó con precaución al pequeño y lo cogió entre sus brazos. De nuevo Timothy se aferró con fuerza al moreno, temeroso de que si lo soltaba le ocurriera lo mismo que a su amiga. Con suaves y tiernas palabras Gillian intentó cesar el llanto del pequeño.

- Ese gato gigantesco aún está aquí, y si hacemos mucho ruido sabrá que estamos en el mismo sitio que antes. Y no queremos que venga -Le sugirió, al final de su explicación.

El pequeño negó con rapidez haciendo movimientos con la cabeza, y miró con ojitos llorosos el rostro de Gillian.

- Asi que tienes que estar en silencio ¿De acuerdo? Así conseguiremos que el gato gigante no nos encuentre. ¿Me prometes que no llorarás? - El niño asintió sacudiendo su melena morena de pelo y se sorbió los mocos - Pero si quieres llorar no pasa nada, puedes llorar sin hacer ruido ¿De acuerdo? - Le susurró. De nuevo asintió - Bien, verás como pronto se ha acabado.

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