Epílogo

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La sonrisa de Joseph era genuina. Por fin todo funcionaba como debía ser. Todo estaba sucediendo a la perfección. Realmente había dudado en si llegarían hasta aquel punto todos los candidatos que de verdad tenían potencial de líderes. Pero ahora que ambas chicas habían traspasado el primer portón ya podía sentirse satisfecho.

En su inicio habían hecho otra lista, a parte de la que contenía a todos los candidatos, donde habían escrito su preferencias en cuanto a ganador, las posibilidades que tenían y si serían útiles en un futuro o no.

A partir de esa lista, escrita como si de un Top 15 se tratara, habían ido evaluando a los candidatos en el campo de juego. Empezando por el número 15.

Eliminar a los que les parecían más débiles primero era fácil. Tan solo les había hecho falta comprovar por orden de lista que no servían en más de dos campos y les ponían algún que otro obstáculo. Que la persona muriera tan solo era un efecto secundario de la prueba, y la confirmación de que el candidato no era el indicado.

Por eso Oliver murió el primero. Era estúpido, había dicho Joseph. No pensaba las cosas y tenía mucho temperamento. Era un chico diferente, lo habían podido estudiar muy poco, pero su idiotez le había fallado. Demasiado impulsivo. No tendía a reflexionar demasiado. Tenía bien merecido el puesto número 15 de la lista.

Después le siguió Ares, aquel chico corpulento. Por un momento Joseph había tenido esperanzas en él, pero se equivocó. A pesar de parecer rudo era un trozo de pan, no serviría para gobernar y menos aún para entenderse a si mismo. Le costaba controlar sus emociones. Era demasiado intenso. Fue cuestión de horas que fuera descartado y utilizaron la niebla para confirmar su hipótesis. Muy fuerte por fuera, muy blandito por dentro. Escuchar la recámara del revólver vaciarse fue una alegría para los senadores más fríos del grupo.

Kenzo para los ojos de Joseph era un buen chaval. Edda lo había escogido en su día porque parecía preocuparse por todos antes de por si mismo. El buen rollismo que intentaba mantener en el grupo mostraba que no le gustaban los problemas, y eso podía ser una ventaja y a su vez una desventaja. Su muerte había sido un simple desliz. La estampida de jabalíes había aparecido para complicar más las cosas al grupo. No tenía ningún objetivo fijado, si pillaba a alguien por delante, ese alguien no habría sido escogido específicamente para morir. Quisieron probar el azar, y resultó que la flecha del destino apunto hacia Kenzo como primer candidato.

La amenaza que vino después atacó en abalancha. Se llevó a tres cadáveres por delante, mucho mejor que matar a dos pájaros de un tiro. Entre los senadores la Pantera fue un éxito rotundo.  Recordaba que estaba contento con que los afectados hubieran sido aquellos tres chicos, Gea, Daphne y Damián. La niña había sido un daño colateral. No debería haber estado en aquel campo, al igual que el otro niño pequeño que quedaba suelto por ahí, pero Edda había insistido en que todo tipo de edades merecen una oportunidad y añadieron a ambos a la lista.

Daphne por el contrario era una chica demasiado chillona, una arpía, había dicho uno de los consejeros. De no ser por el amor que había comenzado a sentir por el moreno que iba con ella a todas partes quizá si hubiera sobrevivido. Porque a pesar de todo, la chica era muy inteligente. Jugaba entre bandos, rascando en las muescas de ambos equipos y posicionándose en el bando ganador cuando le convenía. Era verdad que Fancy era amiga suya antes de que aquello sucediera y prefirió juntarse con ella. Pero era como un vuitre. Era una superviviente. Lástima que el amor le había jugado una mala pasada.

Por el contrario, Joseph se alegraba mucho de que Damián hubiera fallecido. Era demasiado rencoroso, frío como el hielo. Podría ser un problema para los senadores, sería demasiado difícil de someter. Con la única persona con la que se abría de verdad era con la rubia mencionada anteriormente. Lo único que le había mantenido con vida era su terquedad. Era de ideas fijas y no era tan tonto como parecía.

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