24

68 11 5
                                    

Cuando salí al exterior el sol me cegó durante un breve instante. Sentí la brisa correr de nuevo entre mis cabellos oscuros y caminé junto a Gillian en dirección hacia los restos de la hoguera que solíamos encender cada noche.

En mi camino me crucé con Pam, que nada más verme se abalanzó sobre mi y me estrechó entre su brazos tan fuerte que sentí como mi huesos crujieron. Se había deshecho las trenzas y su melena rizada me arrebató un trozo de mi campo de visión mientras la abrazaba. Me cogió por los hombros y me miró a través de sus ojos oscuros con una sonrisa resplandeciente en el rostro.

- Estás bien - Dijo para si misma. Al evaluar sus palabras lo dijo de nuevo con total emoción - ¡Dios mío, estás bien, estás bien! No sabes lo preocupada que estaba. Pensaba que no podrías levantarte de la cama en semanas. ¡Pero mírate ahora! - La sonrisa le llegaba casi hasta los ojos - Me alegro muchísimo de que ahora estés mejor. Si no hubiera sido por ti... - Una mueca de tristeza cruzó su rostro por un instante - No mereces haber sufrido sólo para protegerme. Pero te doy las gracias. Gracias por salvarme Kailee - Me abrazó de nuevo, esta vez fue un abrazo más suave, más tierno - Tu eres la única aquí que me comprende, la única a la que le importo.

La separé de mi y la miré frunciendo el ceño.

- Oye eso no es cierto. Aquí todos nos preocupamos por tí. Además - Miré de reojos a Félix que descansaba la pierna a quince metros de nosotras. Puse una mirada pícara - No creo ser la única que te comprende. ¿Qué hacíais juntos en la cabaña?

La cara de Pam se puso en cuestión de segundos tan roja como su pelo. Se toqueteó las manos nerviosa y dejó escapar una risita tonta.

- Bueno, sólo estábamos hablando, ya sabes... Conversando un rato. Me ofrecí a ayudarlo en lo que necesitase. Ya sabes, con lo de la pierna y eso...  Y bueno, supongo que - se aclaró la garganta - somos amigos.

Gillian que aún se encontraba a mi lado rió por lo bajo, cosa que hizo que el rostro de Pam pasara de rojo leve a colorado tomate en milésimas de segundo. 

Me despedí de Pamela guiñándole un ojo y caminamos hacia la fogata extinta.

Gillian me dijo que debía alimentarme, asi que fue en busca de las sobras de conejo y encendió el fuego para poder cocinarlo. En ese momento vi pasar a Cedric a lo lejos. Mi primer instinto fue saludarlo. Había sanado mis heridas como si de magia se tratase. 

- ¡Cedric! - El sujeto se dio la vuelta anonado, sin saber quién reclamaba su presencia. Fue entonces cuando me vio.

- ¡Kailee! - Se acercó corriendo y se sentó a mi lado - Parece que ya estás mucho mejor.

Sonrió de manera tierna y yo le di un abrazo - Gracias por curarme. No sabes lo agradecida que estoy.

- No hay de qué, hice lo que pude. Además, sabiendo que podía curarte... ¿Porqué no iba a hacerlo? Eres una gran persona y una luchadora. Necesitamos a alguien con cerebro en el grupo, la verdad es que empiezo a sospechar de que no tenemos muchos grande pensadores por la zona, ya me entiendes... - Elevó una ceja divertido y no pude evitar reirme. Estaba claro que para él, al igual que para mi, no gozaba de la compañía de las dos rubias. Y me alegraba que él pensara como yo.

Mi compañero de habitación cocinó el conejo y yo por fin pude comer. Me pasé todo el rato hablando con Cedric, entre risas y cuchicheos. Era un tío de lo más enrollado. Era amable, divertido e inteligente. Y me sentí muy a gusto en su compañía.

Mientra escuchaba a Cedric fui devorando poco a poco el conejo, y cuando ya estaba a punto de dar el último mordisco Cedric cambió el semblante y me miró preocupado mientras fruncía levemente el ceño.

- Esto... Kailee. ¿Te... acuerdas de nuestro plan de fuga? - dijo con voz indecisa. Estaba intentando tantear el terreno. No parecía seguro de si mismo como hacía unos instantes, sino que dudaba si hablar conmigo del tema después de lo ocurrido en el anterior ataque animal.

Asentí de manera desenfadada, simulando no darle mucha importancia.

- Pues... Quiero que nos vayamos. Tu y yo. Ésta tarde.

Abrí los ojos de golpe y le miré incrédula. ¿Porqué tanta prisa? ¿Es que de verdad pensaba abandonar al resto de grupo? Sí, era algo que debíamos hacer cuanto antes. Debíamos estar todos de acuerdo y marcharnos juntos. 

- ¿Qué?

- Lo que te digo. Tenemos que irnos ya. Es necesario y yo sé que tu piensas lo mismo. ¿Es que no lo has pensado? Ahora eres la más débil. Irán a por ti. Y no solo eso.  Nos han dejado al descubierto. ¿Crees que aguantaremos mucho aquí? Claro que no. Vendrán a por todos nosotros como buitres a la carroña. Por eso te lo dije  a ti. Eres muy fuerte, independiente e inteligente. Pero sobretodo, tienes corazón y manera de líder. Eso es lo que me gusta de ti. Y necesito que me ayudes - Me era imposible creer todo lo que decía sobre mi. ¿De verdad lo pensaba? - Se que nadie me va a escuchar. Están en estado de negación, y aunque estén de acuerdo conmigo seguirán negándolo aferrándose a que este es el único lugar seguro. Y ahí es donde entras tú. Tienes ese poder de hacer que la gente piense que siempre tienes la razón y todo el mundo te hace caso. No podemos dejarlos aquí. ¿Es lo que estabas pensando verdad? ¡Pues claro que no pretendía dejarlos aquí! Necesitamos estar todos juntos. 

Me cogió las manos entre las suyas y bajó la cabeza hasta ponerse a mi altura. Su rostro mostraba un deje de súplica en la manera de mirarme. Enarcó las cejas hacia arriba.

- Por favor, Kailee. Eres la única esperanza que les queda. Tú puedes conseguir salvarlos. A todos.

Nunca había sentido esa sensación antes. Me sentía poderosa, importante, querida. Y a la vez sentía que no era nada, que nunca sería capaz de salvarlos a todos.

- Al menos debes intentarlo - continuó. Vi como en sus ojos brillaban briznas de esperanza - Tienes que creer en ti misma Kailee. Eres capaz de hacer lo que te propongas, incluso que un grupo de adolescentes asustados entre en razón de una vez. Aunque si no lo consigues, te juro, que tu y yo nos iremos. Lejos, muy lejos. Fuera del meollo. Donde no nos encuentren, hasta que encontremos una salida. Pero estoy seguro de que lo conseguirás.

Ya no sabía que pensar. ¿Sería capaz de hacerlo? ¿Los convencería a todos? Al menos iba a luchar. Yo quería volver a casa, y sabía que ellos también. Debía intentarlo. Por nosotros y por nuestras familias.

Le miré decidida a los ojos a la vez que aceptaba su trato. Cedric, ilusionado, llamó a todos y formó una concentración a nuestro alrededor. Me alcé y erguí la espalda. Aclaré la garganta y abrí la boca dispuesta a dialogar todo lo que hiciera falta.

SobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora