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Nuestra pequeña "aldea" estaba sumida en el caos. Y tan solo la visión de lo que ocurría ante nosotros nos ponía los nervios como escarpias y producía el mayor temor que uno podría sufrir en estos momentos. Porque estaba sucediendo la única cosa que nos enviaría a una muerte segura. 

Cinco jabalíes de enormes dimensiones apaleaban las pequeñas estructuras de nuestras particulares barracas. Las gruesas y férreas astas de los mamíferos aporreaban con crueldad el endeble esqueleto de la pequeña urbe situada en el prado.

Dorian escondía tras su espalda a los pequeñines, Timothy y Gea, que luchaban por no salir huyendo. Gea lloraba desconsolada y Timothy se agarraba con demasiada fuerza a la pierna de su protectora. Estaban aterrorizados. Dorian disparaba sin mucho éxito a uno de los animales mientras el flequillo azulado le tapaba los ojos.

Fancy y Daphne estaban acorraladas contra la pared de una de las chabolas. El rabo del puerco se movía de lado a lado, nervioso y excitado. su respiración era entrecortada y las miraba con los ojos negros llenos de una jubilosa emoción, ansioso. Con la pezuña rascó el suelo, preparándose para acortar la poca distancia que los separaba.

Damián se interpuso entre el animal y las dos chicas, que se habían cogido de la mano mientras sollozaban. Lanza en mano, se debatieron en una guerra de miradas. El jabalí se quedó inmóvil, esperando el siguiente movimiento de su rival, flexionó las patas hacia atrás. Fue en ese momento cuando Damián dio un paso hacia él. El cochino enseñó con furia los colmillos y se enzarzaron en una lucha de lanzas y incisivos. Se revolcaron por el suelo. También se escucharon gritos, pero nadie podía ayudar al pobre Damián, porque todos se encontraban en una situación similar.

Rick y yo nos miramos alucinados. De la nada apareció Cedric, todo sudado y de los nervios.

Al vernos abrió mucho los ojos. Le sangraba la comisura de la boca. Se acercó corriendo y nos abrazó. Me levantó el flequillo de la frente y examinó a Rick con la mirada.

- Dios mío, ¿Estais bien chicos? -ambos asentimos con rapidez- Que alivio, ¡Esto se a descontrolado en un momento! Han aparecido de la nada y ¡Pum!- No paraba de hacer gestos con las manos. Cedric solía ser muy tranquilo, pero estaba más nervioso que nunca. Y tenía motivos para estarlo.

Otro grito de Damián hizo que se me encogiera el corazón. 

- Damián - Dijo Cedric en voz baja. Cogió a Rick del brazo e intento llevárselo con él- Ven Rick, vamos a ayudarlo ¡Corre!

- Esta bien - Rick se giró en mi dirección - No te muevas de aquí - Me lanzó una mirada de advertencia y luego la suavizó - Por favor.

Cedric lo arrastró con él antes de que yo pudiera contestar, y es que no me podía quedar quieta, tenía que ayudar a mis amigos.

Vi a Kenzo correr por ahí, con un cuchillo en cada mano. Y se me encogió el corazón cuando me percaté de algo. Aún no había visto a Gillian. 

Mis ojos se volvieron locos. Empezaron a buscarlo por todas partes, y mi cerebro se imaginó lo peor. El pulso se me aceleró. Noté que me sudaban las palmas de las manos. Fue en ese momento de búsqueda cuando el tiempo se paró para mí.

Dentro de mi cabaña, que era la única que aún se mantenía en pie, estaba Félix. Reposaba la pierna, tumbado en el suelo. Y a su lado se encontraba Pam, mi pelirroja amiga, que lo cuidaba. En la entrada de la choza estaba el más grande de los cinco jabalíes, que los miraba echando humo por la nariz. 

Pam estaba tan aterrorizada que nunca olvidaría esa expresión que puso en la vida. Se me quedó ahí. Yo era la espectadora de una película de terror, y lo peor de todo era que estaba en primera fila.

SobrevivirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora