Capítulo 17

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- Pero, ¿Qué pasó? –preguntó Gabriela ajustándose la bata al cuerpo y dando paso a Stefano a su habitación quien llevaba arrastrando a un inconsciente León.

- Bueno, no te preocupes nadie lo vio. Amir se encargó de eso.

- Gracias, pero dime ¿Qué sucedió? – Stefano lo puso en la cama y ella se acercó de inmediato poniendo su mano en la frente de León.

- Enfermo no está, aunque mañana quizás lo esté un poco. –sonrió divertido. -Mi buen amigo decidió que hoy sería la segunda borrachera de su vida ¿por qué? No lo sé.

- ¿La segunda? –preguntó intrigada y sobre todo al querer saber el por qué ahora decidía hacerlo de nuevo, León no era de los que les gustaba perder el control, menos sobre sí mismo.

- No es musulmán ni nada de eso, pero, él nunca bebe.

- Deduzco que la primera vez que lo hizo fue contigo.

- ¿la primer borrachera? Oh, no. Lo sé por qué Abdul me lo acaba de decir ¿Quién crees que me ayudó a traerlo la mayor parte del camino? Princesa, me retiro. Que pase buena noche.

- Gracias Stefano y...

- ¿Sí? –dijo él dándose la vuelta, tenía los modales de un caballero inglés y quizás era descendiente de algún Dios griego. Sonrió sabiendo por qué su amiga había caído en sus garras, solo que ahora se sentía tranquila de saber que Stefano amaba a Jaquie, aunque aún no se lo hubiera dicho.

- Deja de llamarme Princesa al menos en privado aquí en Durban. Gracias... por todo. –las gracias no era solo por llevar a su esposo esa noche, eran por qué sin pretenderlo (quizás) le había dado un nuevo enfoque a su relación.

- Por nada, Gabriela. –le dijo y se fue.

Ella se acercó nuevamente a la cama y contempló a su esposo, aun usar esa palabra en su mente a veces se le hacía un tanto extraño. Se sentó en el borde de la cama y pasó su mano por su rostro delineando los hermosos contornos, pensó en que a León no le gustaría ser llamado hermoso, sin embargo, lo era. A veces demasiado para su propio bien, las mujeres aparecían por doquier listas para tirársele encima. Suspiró mientras seguía acariciándolo suavemente, trazó las líneas de su boca, esa boca que soltaba declaraciones insólitas y también amargas palabras. Stefano tenía razón en algo, ella no perdonaba fácilmente y aun así se sabía ya vencida, no había pasado mucho tiempo y ella conocía su derrota, ni siquiera llevaba tres meses allí y debería odiarlo no amarlo. Cualquiera diría que era orgullo y ¿acaso estaba eso mal? Sí, era eso, pero también era algo más mucho más, era amor propio y dignidad y sentido de supervivencia. Dudaba mucho que León quisiera una endeble mujercita que cayera en sus brazos con una sola de sus miradas y, sin embargo, al verlo allí tranquilo y relajado en toda su imponente presencia, que fácil era de pronto pasar por alto cosas que en realidad no debería: un casamiento que desconocía, la amenaza de llevar a la quiebra a toda su familia, el chantaje y manipulación para tenerla donde él quería, alejada de su familia de su país, de todo lo que conocía y todo eso ¿Por qué? ¿Era amor? ¿Y si lo era porque no lo decía sin más? Ella perdería demasiado si primero confesaba sus sentimientos, sería algo así como admitir ser victima del síndrome de Estocolmo. Él era el que tenía que dar ese paso, ella se lo merecía si es que esos sentimientos existían en él, no estaba segura de absolutamente nada.

Le quitó el moño que ya lucía todo maltrecho y arrugado, iba ya sin la chaqueta negra y con cuidado desabotonó los primeros botones. Borracho y todo, lucia demasiado bien para su paz mental. Le sacó los zapatos y le acomodó mejor en la cama, poniendo bien las almohadas y arropándolo ¿y ahora qué? Se dijo mirando la cama que por muy enorme que fuera se le antojaba pequeña si él estaba en ella.

Inolvidable Pasión (Saga Amores Inolvidables 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora