Capítulo 18

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León había cerrado de un portazo después de que ambos hubieran entrado a la suite. No había permitido que entrará nadie más ni para ayudarle a ella a cambiarse como de costumbre ni para nada más, había cancelado la primera actividad de su agenda del día siguiente y había cancelado la de ella. Había hecho gala de ese genio que solía poner a todos a temblar y que, sin embargo, no solía sacar más que en situaciones estrictamente necesarias. Todos habían corrido y accedido a sus demandas como si se les fuera la vida en ello y Gabriela había visto todo ocultando lo que sentía y pensaba, si el hombre iba a explotar, que explotara. Ella era la causa de todo eso, y no se arrepentía en lo más mínimo.

Ocupaban todo el piso del hotel más lujoso de Paris por supuesto, la casa de León estaba en mantenimiento y por ello habían decidido quedarse donde les quedaba más cerca la sede de conferencias y toda la comitiva y la seguridad estuviera cerca también.

Él estaba enfadado, mucho. Y ella disfrutaba cada instante con un placer culposo y perverso. Él se giró hacia ella en cuanto vio que Gabriela no avanzaba por la habitación, ella se había quedado simplemente observándolo, parecía un felino en cautiverio, furioso por las limitaciones de una jaula, aunque en este caso de una habitación. Sus ojos brillaban con un fulgor dorado y ella decidió seguir callando. Él tampoco dijo nada, empezó a avanzar la leve distancia que los separaba con un paso tranquilo pero que rezumaba toda la tensión que él tenía dentro. Tenía la certeza de que, si hubieran estado en palacio, la hubiera sacado a rastras de allí e internado en el desierto pese a sus protestas y una vez allí... sacudió la cabeza alejando fantasías sensuales, estaba loca, lo estaba y mucho. El hombre podía matarla con la sola mirada y ella seguía sintiendo esa deliciosa sensación de anticipación, como si lo hubiera hecho todo a propósito, como si le hubiera provocado adrede y no había sido así. Él no iba hacerle daño, eso lo sabía perfectamente, pero un hombre como él en ese estado no dejaba de ser peligroso. No parecía que esta vez le brindaría piedad o compasión. Ella respiró hondo para controlar su cuerpo y para que su cara no demostrara que estaba disfrutando de ello.

Había más maldad en ella de lo que pensaba, hizo una mueca auto amonestándose y él la malinterpretó. La tomó de los hombros con sus fuertes manos y ella se esforzó para no temblar de excitación. La pegó contra la pared más cercana y ella alzó la mirada para toparse con esos ojos ambarinos.

- ¿No vas a decir nada? –le dijo con voz baja, controlada. Si ella no le conociera podría haber pensado que su voz no denotaba coraje, pero sí, seguía bajo el efecto de la furia. Y aquí estaba, un León furibundo y aun así controlándose por ella, su toque era firme pero no la lastimaba en absoluto, aun así, ella decidió jugar a la damisela en apuros.

- Me lastimas. –e intentó zafarse.

- No lo hago. –le dijo ronco. - ¿Querías verme perder el control verdad?

- Claro que no ¿Qué te hace pensar eso?

- ¡No juegues conmigo Gabriela! –rugió y ella sin amilanarse no le apartó la mirada. Le enfrentó y se perdió maravillada en esas pupilas de oro líquido con bordes verdosos. Casi se olvida del porque estaban en esa situación. - ¿Te ibas a ir con él verdad? - ella sonrió pensado en lo tonta que era esa pregunta y él estrelló su puño en la pared logrando al fin sobresaltarla.

Habían aterrizado en Paris la noche anterior, ido al hotel inmediatamente bajo un tremendo control de seguridad, Stefano se había marchado incluso antes que ellos de Durban, alegando un asunto urgente del cual les comunicaría después. La suite que ocupaban tenía dos habitaciones, una de ellas tenía un enorme vestidor y habían decidido que la usarían para ello, la ropa había sido colgada con precisión y rapidez y Salma y Jazmín se habían ido a descansar después de que debido a su insistencia habían cenado juntas.

Inolvidable Pasión (Saga Amores Inolvidables 3)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora