Scherlott es una mujer poderosa, algunos la tachan de cruel y despiadada. Logan es un joven estudiante de universidad que es secuestrado por una red de trata de personas. ¿Cómo es que sus caminos se cruzaron?
El objetivo de Scherlott es descubrir qu...
En su llegada, Logan sorprendido abrió los ojos como platos. ¡Dios santo! ¿¡esa era una mansión!?. En su vida había estado tan cerca de una mansión tan grande.
Una mujer robusta de cabello corto hasta su mentón, les dio una agradable bienvenida. Lo más agradable que ha visto desde que despertó en aquel casino.
La atención de Logan fue desviada, mirando cada detalle del interior. Los colores eras sombríos y tenues, la luz iluminaba los cuertos que eran unidos por grandes puertas de mármol, en el centro, una enorme escalera que subía al siguiente piso, colgando del techo un candelabro de cristal que daba un toque elegante y sofisticado a toda esa belleza.
-¡Pero que bonito angelito tenemos aquí! -, exclamó la mujer de mayor edad atrapando al menor entre sus manos -, ¡pero que delgado estas! Seguro debes tener mucha hambre, ven, que te haré galletitas de chocolate. ¡Me quedan deliciosas!
La anciana jaló al pequeño para guiarlo a la cocina, pero una voz masculina la detuvo.
-Disculpe, el señor Eliott me ordenó llevarlo a los cuartos del sótano-, interrumpe el hombre.
-¿Eliott? ¡Shifeen! ¿¡acaso no ves que este pequeño está hambriento!? Primero comerá algo.
-Pero Eliott dijo...
En cuestión de segundos la anciana había desaparecido.
Logan se dejó guiar por esa agradable señora. Se notaba la amabilidad y el buen trato desde que llegó a ese lugar. Esa mujer le recordaba a la ama de llaves de la mansión de su novia, siempre sonriendo y cálida. La anciana lo sentó en una de las bancas altas alrededor de la isla en la cocina y comenzó a calentar las famosas galletas y un poco de leche.
Era la primera vez que alguien -que no fuera uno de nos subordinados de Scherlott- entraba en la mansión. Suponía que era una víctima de la rubia, pero eso no le intereso, ese chiquillo pelinegro tenia los mismo rasgos y apariencia que su hijo, talvez la misma edad.
-Dime, ¿Cuál es tu nombre? -, se atrevió a preguntar la mayor, aún con la mirada en su ocupación.
-M-me llamo Logan -, contestó el pelinegro.
-¡Que lindo nombre! -, gesticula con total euforia -, ¿qué edad tienes, corazón?
-Dieciocho años -, habló orgulloso de que en esta ocasión sus palabras no temblaran.
-Oh, cariño, tienes la misma edad que mi pequeño Ángel. Me recuerdas mucho a él, tus ojos, tu voz -, sonrió con nostalgia.
Terminó de servir las galletas de chocolate, junto a un vaso de leche tibia. Regalándole a Logan una cálida sonrisa animando a comer.
Sin lugar a dudas, tenía un buen presentimiento de aquel muchacho tan tierno.
Logan se acomodó en la silla con desconfianza, porque aunque la señora podía mostrarse amigable; en ese lugar, nada era seguro.
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