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La iluminación en la fiesta era escasa. Sólo luces de colores alumbraban el gran lugar. Pasaba de la media noche y la fiesta en aquel antro caro y exclusivo apenas iniciaba. La rubia movía sus caderas al compás de la música sonriendo mientras buscaba más cercanía con aquel peligris.

Ambos cansados de bailar la movida musica que resonaba, dieron pasos apresurados con las manos en el otro hasta estrellar sus cuerpos en lo frío de la pared de azulejos. En un lugar más privado -un baño- unieron sus bocas en un apasionado beso, donde ambos mezclaban sus salivas provocando sonidos vulgares en el silencio del lugar. Al separar sus bocas por busca de aire.

Zedequiel pasó su mano libre por el cuello de la rubia hasta su nuca y luego con las yemas empezó a bajar por la línea de la columna vertebral, haciendo que Scherlott se estremeciera de placer y empezara a buscar más de la boca del peligris. Zedequiel comenzó a acariciar las piernas suaves de Scherlott con su autorización apretando sus muslos por encima del ajustado vestido, Scherlott hizo lo mismo con los hombros del contrario sintiendo su cuerpo temblar al sentir la lengua caliente del peligris lamiendo su cuello mientras dejaba marcas. La camisa negra de Zedequiel a los segundos desapareció al ser desechada por Scherlott  dejando ver su torso marcado y sus brazos fornidos. Zedequiel se apresuró a empezar a subir el vestido de la rubia mientras besaba sus adictivos labios despintandolos de ese negro que le daba un aspecto atemorizante.

Su pasión fue interrumpida por el sonido de alguien entrando al baño, ambos rieron cn malicia y diversión arreglando su vestimenta. La primera en salir fue Scherlott seguida de Zedequiel, encontrando a unos ojos cafés que los miraban asustado. Era Logan. ¿Qué hacía el en un antro?, se preguntó Scherlott al identificarlo.

Sus ojos azules viajaron de los ojos del contrario a su cuerpo en general. Sexy. Fue lo primero que pensó, llevaba una camiseta negra y pantalones entallados de cuero. Relamiendose los labios y dispuesta a salir de lugar, pasó a un lado del muchacho oliendo a fondo su dulce perfume mirándolo atenta sin decir nada salió del lugar miestras sonreía guiñandole un ojo.

Logan quedó petrificado, Scherlott lucía hermosa aunque seguía desconcertado de porque estaba en el los sanitarios masculinos con ese peligris. Y más aún, ¿¡Por qué le había guiñado!?. Se ruborizo segundos después y salió de sanitario después de hacer lo que tenía que hacer.

Al salir se encontró con la imagen de Scherlott, está vez sin compañía, mirándolo directame te y sonriendo al acercarse.

—Hola, angelito —, saludó mordiendo sus labios, ahora bien pintados.

—Hola —, luchó internamente por no sonar nervioso.

—Me preguntaba, ¿qué hace un niño tan lindo en un lugar como éste? —, miestras ella se acercaba meniando sus seductoras caderas, el se alejaba acercando su espalda a la pared.

—N-no soy un niño —, está vez no logró sonar seguro.

Scherlott acercó sus cuerpos rozando sus labios miestras con una mano acariciaba la entrepierna de Logan, quien tembló por la carísia y soltó un pequeño gemido. Scherlott al lograr exitar al menor sonrió y se alejó un poco.

—Nos veremos pronto, angelito —, dijo miestras besaba la comisura de los labios de Logan y se alejaba dejando miles de dudas en la mente del castaño.

—¡Zedequiel! —, gritó la rubia llamando la atención de los demás presentes.

—Baja la voz —, gruño el peligris —Mi hermana estará por estos lados del país, así que te pido discreción, se hospedara en un hotel pero nos visitará seguido.

—Ni siquiera sabía que tenías una hermana —, bufo rodando los ojos.

—Pues ya lo sabes, además tu también tienes una hermana que no conozco. El nombre de mi hermana es Celia, es menor que yo.

—Igual no creo pasar estas noches en casa —, la imagen del castaño apareció en la mente de Scherlott dibujando una pequeña sonrisa sansarrona por unos segundos en su rostro.

—¿Qué pretendes? —, la misma sonrisa se plasmó en el preocupado semblante de Zedequiel.

—Conocí a un chiquillo, unos muy apetecible. Olvidalo, me voy —, al levantarse del asiento dejó un un pequeño golpe en la frente del peligris.

—Con que chiquillo ¿eh? —, fue lo último que Scherlott escuchó antes de salir de la cafetería y caminar entre la multitud y desaparecer.

Esa noche provocaría a ese chiquillo de ojos cafés que no paraba de vagar por su mente. Esa noche, sería su noche.

𝕽𝖊𝖎𝖓𝖆 𝕸𝖆𝖋𝖎𝖆Donde viven las historias. Descúbrelo ahora