14. Cuenten con nosotros

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— Te faltó un lugar.

La acotación de la señora Shin está teñida con un deje de sarcasmo, el que logra robarme una sonrisa.

De reojo la veo apoyada en el mesón de la recepción de su karaoke, mirándome con ambas cejas alzadas mientras limpio las pequeñas estanterías a un costado, puesto que se ha dejado de insistirme que deje los utensilios de limpieza a un lado porque parece haber comprendido que limpiar, de alguna jodida manera, me tranquiliza.

— Deberías quedarte conmigo, niña – musita en tono jocoso, acompañado de una carcajada – así me ahorraría limpiar los desastres que los bastardos que no pueden pagar moteles hacen en las habitaciones de mi karaoke.

Es imposible que no comience a reír ante sus palabras pese a la infinidad de pensamientos que abordan mi cabeza.

— Esto es serio, considéralo – continúa, meneando su cabeza antes de cruzarse de brazos – Los tiempos han cambiado bastante. Antes todo era flores y citas en el parque luego de que los mocosos consiguieran la aprobación de los padres. Caminar de la mano era algo con un significado completamente distinto al de hoy – prosigue – significaba una clase de compromiso que los niños de hoy en día no están dispuestos a aceptar. Lo peor de todo, es que hoy en día solo se trata de venir a mi local de karaoke y follar con las puertas cerradas como si no tuviesen dinero suficiente para ir a un motel.

— Quizá debería cobrar un poco más – propongo, en medio de una risa.

— Oh, claro que subí los precios – su entrecejo se frunce de manera juguetona, puesto que es notorio que está tratando de reprimir a toda costa su sonrisa, justo como yo lo estoy haciendo – pero nada funciona. Algunos son demasiado mojigatos como para ir a moteles – niega con la cabeza – y yo no me quejaría si los pequeños bastardos tuviesen la decencia de limpiar antes de irse, pero no, soy yo la que debe despejar la zona.

Ambas reímos por los siguientes minutos a lo que ella comienza a preguntar un poco más sobre mí, acomodando sus manos sobre el mostrador.

Le cuento sobre Calvin. Le hablo sobre el coreano-americano que me ha traído a Corea a trabajar junto a él, menciono a su familia y a mis hermanos, mientras que ella me cuenta que solo tiene un hijo que trabaja de guardia en una tienda comercial, el que por fortuna aún no se había marchado para el momento en el que Joohwan y yo llegamos.

La mención de Joohwan cae sobre mí como un balde de agua fría y la señora Shin se percata de ello rápidamente.

— ¿Te encuentras bien?

Alzo la mirada, encontrándome con sus ojos oscuros teñidos de preocupación y vuelvo a sonreírle, en un intento de tranquilizarla tanto a ella como a mí misma.

— Estoy bien – me sincero, bajando la mirada hacia nuestras manos aun entrelazadas – sigo un poco confundida, eso es todo.

— Comenzaste a temblar – musita con cautela – ¿Segura que estás bien?

Quisiera poder decirle que estoy bien y que todo ya ha quedado en el olvido, pero mi cabeza no puede dejar de reproducir el momento en el cual Joohwan casi me golpea y yo no hice nada para detenerlo. No corrí, no me moví ni apliqué lo que aprendí en mis clases de defensa personal, lo único que hice fue quedarme quieta y esperar por el impacto.

Las explicaciones se atoran en mi garganta, mis ojos se llenan de lágrimas de un segundo a otro y solo eso basta para que la pequeña señora Shin abandone su lugar tras el mostrador y me rodee con sus brazos, reconfortándome tal y como lo necesito.

Me aferro con fuerza, sintiendo su apoyo más allá de las palabras.

No sé por cuanto tiempo permanecemos así, ella acariciando mi espalda en un intento de tranquilizarme y yo luchando contra mis lágrimas, reprimiéndolas hasta el punto en el que parece que estoy a punto de estallar.

6:20  [BTS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora