6. Caja de sorpresas

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El ajetreo del hospital me altera.

Enfermeras yendo de un lado para otro me eriza la piel, junto con el hecho de que Dominique se ha negado a mirarme desde que ambas pusimos un pie en este lugar.

Nadie ha sido capaz de decirme una sola palabra con respecto a lo que está sucediendo o lo que ya sucedió. Las únicas palabras que abandonaron la boca de mi hermana, antes de arrastrarla conmigo al hospital, fueron: "Llama a Cal, dile lo arruiné. Que no busque culpables, todo fue mi culpa".

Mis pies se pasean inquietos, frente a la camilla en la que Dom se encuentra sentada, con sus ojos ámbar clavados en sus pies y su labio inferior tiembla constantemente, como si quisiera romper en llanto en cualquier momento.

— Las radiografías muestran que los dedos índice y anular de su mano derecha se han zafado, por lo que tendrá que utilizar una férula por las siguientes dos semanas. Después de eso, veremos si es necesario que la utilice por más tiempo, ¿está bien?

La doctora Chae habla, captando mi atención y detiene mis movimientos erráticos, nerviosos.

Mis ojos se enfocan en ella y en cómo toma la mano derecha de mi hermana, manipulando sus dedos con extrema delicadeza, luciendo extrañamente sorprendida al notar que mi hermana no se mueve ni reacciona ante el movimiento que la doctora realiza al examinarla.

— Su tolerancia al dolor es impresionante – murmura, más que para nosotras, para sí misma – Las radiografías también muestran que su dedo anular había se había fracturado antes... ¿cómo sucedió? ¿qué golpeó exactamente?

— Una pared de concreto – contesta ella, torciendo su boca con desagrado al hablar, casi como si las palabras fuesen amargas en su boca.

—Bien. Iré por la férula – anuncia finalmente la doctora, notando la tensión que de pronto nos ha envuelto – volveré en un momento. Si me disculpan.

Tan rápidamente como apareció, la pequeña doctora de no más de un metro cincuenta, se sumerge en el ajetreo del resto del hospital, dejándonos solas en la habitación, junto a un par de camillas vacías a nuestros costados.

Siento que el aire que he estado conteniendo dentro de mis pulmones por fin es liberado en un pesado suspiro cuando diviso a la doctora desaparecer a lo lejos. Mis hombros se sueltan un poco y me doy cuenta que me estoy mordiendo el interior de la mejilla, ansiosa.

Carraspeo, sin que mis ojos abandonen a mi hermana, sin importarme que ella esté haciendo su más grande esfuerzo para ignorarme.

Dominique es una de las personas más orgullosas que conozco, sin embargo, jamás ha podido ocultar su fragilidad delante de mí. Toda su postura me indica que está por derrumbarse, sus hombros se mantienen tensos, su labio tiembla y el hecho de que se niegue a mirarme, solo lo confirma.

— Hey – mi voz suena un tanto más ronca de lo normal cuando me acerco hacia ella, sin embargo, me ignora – Dominique...

Su silencio se prolonga, haciendo caso omiso a las palabras que he pronunciado y, en ese momento, siento una leve molestia en mi pecho cuando inspira con fuerza y su mano sana se empuña a su costado, como si estuviese luchando consigo misma para no romper en llanto en este mismo instante.

Mi preocupación crece ante su silencio y termino por inclinarme delante de ella, sin conseguir ninguna clase de reacción ni respuesta. 

— Oye, Dominique – mi voz se transforma en un suave susurro que no pretende nada más que conseguir una simple mirada, pero ni siquiera lo intenta, ni siquiera realiza el más mínimo esfuerzo en alzar la mirada para observarme a los ojos. – por favor, dime algo.

6:20  [BTS]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora