Capítulo 1

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Era un día normal como cualquier otro. Todo se veía tan normal, tan cotidiano. Yo en lo personal no notaba la diferencia, ya que no prestaba atención ni al más mínimo detalle que me rodeaba. Todo pasaba a segundo plano prácticamente, pero hubo algo que no lo hizo aquel día y con lo cuál inicia esta historia; ella.

Ella lucía mejor que la palabra perfecta; su cabello corto de color castaño, su piel pálida con un tono de color bronceado y su estatura la hacía ver más tierna y radiar belleza en todos los aspectos posibles. Al verla, algo avivó en mí y en ese momento supe y dije para mis adentros-. Tienes que conocerla.

                              ...

Era un día con cielo despejado, un sol abrasador que reclamaba su trono entre las nubes y con una ligera ventosidad que refrescaba la zona. Ese día por obra del destino, no había tenido clases, había regresado de la escuela con rumbo a mi casa para perderme en ella y en mis pasatiempos favoritos que la hacían cómoda para mi excentricidad, entonces, también por obra del destino; la vi.

Un ruido me despertó a las seis y media de la mañana, haciendo que abandonara mi sueño. Era la alarma sonando, me tenía que levantar para irme a clases.
Me levanté con unas ganas austeras, como sí mi alma apenas despertase de un gran descanso de las catacumbas. Sin darme cuenta de aquello, en lo que menos esperé, ya estaba listo para ir de nuevo a la escuela; como sí me hubiese puesto en modo automático para que mi cuerpo hiciera por su propia cuenta lo que siempre hacía bajo mis órdenes mientras yo me perdía en los más recóndito pensamientos; ya me había duchado, lavado los dientes. Prácticamente todo lo estético, menos lo espiritual, ya que mi espíritu apenas estaba suscitando como si estuviera perdida en un enigma. No había nada diferente en mí; tenía las secuelas de un sueño, que no estaba seguro de que lo hubiese sido.
Entonces, emprendí mi destino rumbo a la escuela, mientras me perdía en una canción que reproducía en mis audífonos y que llegaba hasta mi mente.

No había casi nadie en el colegio, apenas estaban llegando los demás. El sol apenas estaba saliendo por el horizonte dejando lenguas de su inmenso poder que se avecinaba, que hacía una gran combinación con el frío que reinaba junto con los pintorescos cantos de los pájaros que empezaban a entrar en la vigilia.

El día pasó como siempre y el sol en su excelso hacía que fuese imposible aprovechar el día.
Al volver a casa, justo enfrente de la farmacia dónde trabajaba mi hermana, había una chica que parecía que ya la había visto, estaba al otro lado de la calle en una tienda, al parecer trabajaba ahí, ya que atendía a las personas que se le acercaban. A tan solo unos metros de mi casa, pero al otro lado de la calle. Entonces, supe que no era la primera vez que la veía; todos los recuerdos carentes en mi memoria hacía menos unos segundos se presentaron ante mí en menos de una fracción de minuto, como sí estuviera cerca de la muerte y recordara toda mí vida en ciento de imágenes a una velocidad tan inverosímil antes de decir «adiós» para siempre. Ya la había conocido antes; solo de vista. ¿Fue tanto el efecto que causó en mí que perdí la noción de la memoria en un corto periodo de tiempo? ¿Y fue ella misma que me regresó esos recuerdos desalojados de mi mente?
Llegando a mi cuarto me encerré como siempre, no salí en todo el día, no sabía que hacer, me sentía incompetente. Por primera vez, no tenía otro plan que no fuera ignorar; porque no puedes ignorar lo que sientes, tal vez sí, pero eso te mata.

No sabía nada respecto a ella, pero sí sabía que era la única chica de la cuál ahora en adelante quería saber y no de las demás. Me tenía que arriesgar.
Simplemente algunas cosas sí valen la pena, porque si no valiera la pena, entonces nunca te habrían llamado la atención. Y menos, cuando aquello que te llama está «al otro lado de la calle»

Al Otro Lado De La CalleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora